¿EN QUÉ ETAPA TE ENCUENTRAS EN EL PROCESO DE
SANTIFICACIÓN?
Romanos 6:20-22
“Porque cuando erais esclavos del pecado,
erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas
de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora
que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por
vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”.
La santificación es un proceso durante el cual el
Espíritu Santo actúa en una persona con el fin de lograr cambios profundos en
ella, limpiando la suciedad del pecado, obrando en su mente y su corazón,
eliminando hábitos y costumbres mundanas, es decir ejerciendo una verdadera
transformación que tiene como fin que se cumpla el objetivo fundamental de Dios
de que lleguemos a ser “conformes a la imagen de su Hijo”, según dice Romanos
8:29. El proceso de santificación comienza en el momento que aceptamos a
Jesucristo como nuestro Salvador. En ese momento “nacemos” espiritualmente, y
somos sellados con el Espíritu Santo (Efesios 1:13). La función fundamental del
Espíritu Santo es guiarnos y ayudarnos a llevar a cabo el proceso de
santificación en nuestras vidas.
En el libro “Etapas de la Santificación” se describe lo
siguiente: “La santificación es un proceso dinámico de crecimiento espiritual,
durante el cual somos progresivamente liberados del poder del pecado”. Estas
etapas son: El nuevo nacimiento, el bebé espiritual, el niño espiritual, el
adolescente espiritual, el adulto espiritual, y el padre espiritual. En cada
etapa, el creyente que va madurando encuentra nuevos desafíos, pruebas y
oportunidades de crecer.
En la Santa Palabra de Dios, todas estas etapas se pueden
resumir en dos períodos fundamentales: Primeramente la infancia. El apóstol
Pablo escribe en 1 Corintios 13:11a: “Cuando yo era niño, hablaba como niño,
pensaba como niño, juzgaba como niño…” Y finalmente la etapa de un adulto
espiritual, a la cual se refiere Pablo en la segunda parte de este versículo:
“...mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. En esta última etapa se
puede observar la transformación en el comportamiento de la persona. Su manera
de hablar cambia; muchas cosas que antes decía ya no las dice, su vocabulario
ya no es el mismo, y los demás se dan cuenta. Sus principios y valores son
distintos a los de antes, y su manera de actuar es totalmente diferente.
Para aquellos que están dando los primeros pasos en esta
transformación, el apóstol Pedro tiene un consejo que deben seguir al pie de la
letra. Dice 1 Pedro 2:2: “Desead, como niños recién nacidos, la leche
espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación”. A medida
que el creyente se alimenta con esta “leche espiritual no adulterada” (la
Palabra de Dios), va creciendo espiritualmente, y progresivamente va dejando de
ser un niño para llegar a la etapa de un adulto espiritual. La meta es “que
todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un
varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que
ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error” (Efesios 4:13-14).
¿En qué etapa te encuentras en el proceso de
santificación? No olvides que Dios quiere eliminar de ti todo aquello que
impide realizar su propósito de que llegues a la madurez espiritual y la
santidad. Sólo tienes que permitir al Espíritu Santo que lleve a cabo en ti su
obra de santificación. Entrega sin reservas tu vida a Cristo, busca una íntima
comunión con Dios, escudriña su palabra, dedica tiempo a la oración, busca
oportunidades de servir al Señor. Comenzarás a experimentar cambios profundos
en tu vida, y te irás pareciendo cada vez más a Jesucristo.
Oración:
Amante Padre celestial, yo quiero caminar en santidad
para glorificar tu nombre. Por favor ayúdame a rendirme a la acción
transformadora de tu Espíritu, de manera que el proceso de santificación se
lleve a cabo en mi vida conforme a tus planes. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla