Amantísimo Padre
celestial, gracias te doy el día de hoy por tu Gracia y Misericordia. Gracias por
enseñarme día con día la forma en que quieres que yo te agrade. Gracias por enseñarme
que así lo hizo el Rey David, quien conociendo profundamente tu corazón, te expresó:
“Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. Porque no quieres
sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son
el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh
Dios”. Asimismo señor enséñame a buscar tu justicia, a amar la misericordia y a
humillarme ante ti. Así oh mi Dios, quiero sentir el anhelo de agradarte
siempre. Por favor dame discernimiento espiritual y un corazón humilde para
actuar en todo conforme a lo que a ti verdaderamente te complace. Todo te lo pido
en el nombre de Jesús, Amén.
sábado, 25 de enero de 2014
¿CÓMO PUEDO AGRADAR A DIOS?
Miqueas 6:6-8
“¿Con qué me
presentaré ante el Señor, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él
con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará el Señor de millares de
carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi
rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te
ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Señor de ti: solamente hacer
justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”.
Una pequeña
historia cuenta que una misionera en la India , se encontró una mañana con una mujer hindú
a la que, en varias ocasiones, le había hablado de Cristo sin lograr mucha
atención de su parte. La mujer hindú llevaba a dos niños en brazos. Uno de
ellos era muy hermoso y lleno de salud. El otro, por el contrario, era
deficiente en cuerpo y mente, retardado físico y mental.
La misionera le
preguntó adonde iba, y para su asombro aquella mujer le respondió: "Voy al
río a ofrecer uno de mis hijos a los dioses en sacrificio por mis
pecados". La misionera trató de persuadir a la mujer. Le habló de nuevo de
Jesucristo. Le habló de cuál era la verdadera manera de agradar a Dios y
obtener el perdón de nuestros pecados. Tampoco esta vez logró que la hindú le
prestara atención, y ésta continuó su camino hacia el río.
Pocos días
después, la misionera se encontró otra vez con la mujer. Esta vez sólo llevaba
en sus brazos al niño deformado y retrasado. La misionera le preguntó con
ansiedad acerca del otro niño. La madre le contestó: “¿No recuerda? ¿Cuando nos
vimos el otro día iba al río para ofrecer a los dioses uno de mis hijos”?.
“Oh, amiga mía
-- dijo la misionera llorando -- si usted tenía que hacer eso, ¿por qué no
ofreció al niño que nunca estaría bien?” La mujer hindú replicó: “Quizás esa
sea la manera en que ustedes viven su religión, pero en la nuestra nosotros
siempre ofrecemos lo mejor a los dioses”. La misionera sintió vergüenza. Y bajó
la cabeza. Aquella mujer estaba totalmente equivocada en su relación espiritual
con dioses falsos, pero, sin duda, su acción fue un ejemplo de un corazón
dispuesto a dar lo mejor.
¿Qué pudo haber
recibido esa mujer de sus dioses que la llevara a tan grande sacrificio? Y
nosotros, ¿hemos recibido bendiciones de nuestro Dios? ¿Qué hacemos para
mostrarle nuestro agradecimiento por la salvación de nuestras almas, y por todo
lo que día tras día nos da sin que lo merezcamos, sólo por su gracia y por su
amor?
Muchas personas
hacen todo tipo de sacrificio físico, andan de rodillas por una cierta
distancia, se golpean a sí mismos, se cortan la piel, etc. La intención puede
ser muy buena, como la de la mujer hindú, pero en realidad muestra un
desconocimiento total del corazón de Dios y de lo que él espera de nosotros.
El mensaje de
Dios es muy sencillo y se repite a través de toda la Biblia : El Señor se deleita
más en nuestros esfuerzos por conocerle, que en cualquier cosa que podamos
ofrecerle. Dios nos creó con un deseo profundo de que vivamos en comunión con
él, por lo tanto buscar su rostro y mostrarle nuestra gratitud adorándole en
espíritu y en verdad expresa nuestro amor mucho mejor que lo que pueden hacer
las palabras o los sacrificios por grandes que estos sean.
En el mensaje de
hoy, el profeta Miqueas se pregunta a sí mismo qué puede hacer para agradar a
Dios, y después de mencionar una lista de diferentes sacrificios, recuerda que
el Señor sólo pide de nosotros que hagamos justicia,
y amemos la misericordia ,
y nos humillemos ante él. El rey David llegó a conocer profundamente el
corazón de Dios, y en el Salmo 51:16 dijo: “Señor, abre mis labios, y publicará
mi boca tu alabanza. Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres
holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón
contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”
En Proverbios
23:26, Dios nos dice exactamente que es lo que le complace de nosotros: “Dame,
hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos”. ¿Estás dispuesto a
entregar tu corazón al Señor, y amarle, y adorarle y caminar por los caminos
que él nos ha indicado? Si lo haces de esta manera, ten la seguridad de que le
habrás complacido.
ORACIÓN:
Amantísimo Padre
celestial, es mi anhelo agradarte siempre. Por favor dame discernimiento
espiritual y un corazón humilde para actuar en todo conforme a lo que a ti
verdaderamente te complace. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
¿CÓMO VA TU CRECIMIENTO ESPIRITUAL?
Efesios 4:10-16
“El que
descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para
llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a
otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de
Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento
de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia
las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en
todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien
concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente,
según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir
edificándose en amor”
En el mensaje de
hoy, el Señor nos habla de su propósito divino en nuestras vidas, cumplir en
cada uno de sus hijos el deseo de que seamos “conformes a la imagen de su Hijo”
(Romanos 8:29). Llegar a esta estatura espiritual debe ser también la meta de cada
uno de nosotros.
Los factores
genéticos que heredamos ejercen una gran influencia en nuestra estatura.
Cualquiera que sea nuestra dieta y programas de ejercicios, el crecimiento
físico se detiene en un punto determinado. Cuando se alcanza ese límite no
podemos crecer más por mucho que nos esforcemos. A esto se refirió Jesús cuando
dijo: “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura
un codo?” (Mateo 6:27).
Sin embargo
nuestro potencial para crecer espiritualmente no tiene límites. Nuestro crecimiento
espiritual no depende de factores hereditarios sino de nuestra disposición para
asimilar las provisiones de nuestro Padre celestial, y de nuestra actitud
frente al pecado. El apóstol Pedro escribe en su primera carta, la fórmula para
crecer espiritualmente: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño,
hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién
nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para
salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor” (1 Pedro 2:1-3).
En primer lugar
debemos desechar todos esos hábitos, costumbres, sentimientos a los que el
apóstol Pablo llama “los deseos de la carne” en su carta a las iglesias de
Galacia. ¿Por qué? “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del
Espíritu es contra la carne” (Gálatas 5:16-21). Y es precisamente el Espíritu
Santo, el Consolador, nuestro ayudador, el encargado de llevar a cabo la
transformación en nuestras vidas que nos permitirá crecer espiritualmente. En
segundo lugar es de extrema importancia nuestra alimentación espiritual. ¿Has
visto a un recién nacido hambriento llorar por la leche materna? No se detiene
hasta que sacia su hambre, ¿cierto? El apóstol Pedro usa esta ilustración para
exhortarnos a desear ávidamente el alimento espiritual de la Palabra de Dios, a la cual
él llama “la leche espiritual no adulterada”.
La lectura de la Biblia conjuntamente con la
oración, debe ser nuestro alimento diario si deseamos crecer espiritualmente.
Debemos ser obedientes a las enseñanzas de esta palabra y aplicarlas a nuestras
vidas, y debemos congregarnos y servir a Dios en algún ministerio de la
iglesia. Entonces dejaremos de ser “niños fluctuantes, llevados por doquiera de
todo viento de doctrina”, como dice el pasaje de hoy, y estaremos firmes en la
verdad que es Cristo Jesús.
ORACIÓN:
Padre santo, es
mi deseo crecer espiritualmente hasta llegar a la estatura de tu Hijo
Jesucristo. Por favor, pon en mi corazón un ávido deseo de estudiar tu palabra
diariamente y pasar tiempo en oración contigo. Te lo pido en el nombre de
Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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