Miqueas 6:6-8
“¿Con qué me
presentaré ante el Señor, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él
con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará el Señor de millares de
carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi
rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te
ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Señor de ti: solamente hacer
justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”.
Una pequeña
historia cuenta que una misionera en la India , se encontró una mañana con una mujer hindú
a la que, en varias ocasiones, le había hablado de Cristo sin lograr mucha
atención de su parte. La mujer hindú llevaba a dos niños en brazos. Uno de
ellos era muy hermoso y lleno de salud. El otro, por el contrario, era
deficiente en cuerpo y mente, retardado físico y mental.
La misionera le
preguntó adonde iba, y para su asombro aquella mujer le respondió: "Voy al
río a ofrecer uno de mis hijos a los dioses en sacrificio por mis
pecados". La misionera trató de persuadir a la mujer. Le habló de nuevo de
Jesucristo. Le habló de cuál era la verdadera manera de agradar a Dios y
obtener el perdón de nuestros pecados. Tampoco esta vez logró que la hindú le
prestara atención, y ésta continuó su camino hacia el río.
Pocos días
después, la misionera se encontró otra vez con la mujer. Esta vez sólo llevaba
en sus brazos al niño deformado y retrasado. La misionera le preguntó con
ansiedad acerca del otro niño. La madre le contestó: “¿No recuerda? ¿Cuando nos
vimos el otro día iba al río para ofrecer a los dioses uno de mis hijos”?.
“Oh, amiga mía
-- dijo la misionera llorando -- si usted tenía que hacer eso, ¿por qué no
ofreció al niño que nunca estaría bien?” La mujer hindú replicó: “Quizás esa
sea la manera en que ustedes viven su religión, pero en la nuestra nosotros
siempre ofrecemos lo mejor a los dioses”. La misionera sintió vergüenza. Y bajó
la cabeza. Aquella mujer estaba totalmente equivocada en su relación espiritual
con dioses falsos, pero, sin duda, su acción fue un ejemplo de un corazón
dispuesto a dar lo mejor.
¿Qué pudo haber
recibido esa mujer de sus dioses que la llevara a tan grande sacrificio? Y
nosotros, ¿hemos recibido bendiciones de nuestro Dios? ¿Qué hacemos para
mostrarle nuestro agradecimiento por la salvación de nuestras almas, y por todo
lo que día tras día nos da sin que lo merezcamos, sólo por su gracia y por su
amor?
Muchas personas
hacen todo tipo de sacrificio físico, andan de rodillas por una cierta
distancia, se golpean a sí mismos, se cortan la piel, etc. La intención puede
ser muy buena, como la de la mujer hindú, pero en realidad muestra un
desconocimiento total del corazón de Dios y de lo que él espera de nosotros.
El mensaje de
Dios es muy sencillo y se repite a través de toda la Biblia : El Señor se deleita
más en nuestros esfuerzos por conocerle, que en cualquier cosa que podamos
ofrecerle. Dios nos creó con un deseo profundo de que vivamos en comunión con
él, por lo tanto buscar su rostro y mostrarle nuestra gratitud adorándole en
espíritu y en verdad expresa nuestro amor mucho mejor que lo que pueden hacer
las palabras o los sacrificios por grandes que estos sean.
En el mensaje de
hoy, el profeta Miqueas se pregunta a sí mismo qué puede hacer para agradar a
Dios, y después de mencionar una lista de diferentes sacrificios, recuerda que
el Señor sólo pide de nosotros que hagamos justicia,
y amemos la misericordia ,
y nos humillemos ante él. El rey David llegó a conocer profundamente el
corazón de Dios, y en el Salmo 51:16 dijo: “Señor, abre mis labios, y publicará
mi boca tu alabanza. Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres
holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón
contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”
En Proverbios
23:26, Dios nos dice exactamente que es lo que le complace de nosotros: “Dame,
hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos”. ¿Estás dispuesto a
entregar tu corazón al Señor, y amarle, y adorarle y caminar por los caminos
que él nos ha indicado? Si lo haces de esta manera, ten la seguridad de que le
habrás complacido.
ORACIÓN:
Amantísimo Padre
celestial, es mi anhelo agradarte siempre. Por favor dame discernimiento
espiritual y un corazón humilde para actuar en todo conforme a lo que a ti
verdaderamente te complace. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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