Salmos 32:1
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y
cubierto su pecado”.
Cuando hemos pecado creemos que es muy difícil conseguir el perdón de Dios. Ese pesar nos avergüenza, nos aleja de la iglesia y hasta nos distancia de la comunión con Jesús, pero debemos recordar que dentro de sus promesas, el perdón de Dios está a nuestro alcance, no importa cual haya sido el pecado cometido, lo recibimos por medio de la fe en Jesucristo y su eterna misericordia.
Si nos arrepentimos de verdad y confesamos nuestros pecados, El Señor nos perdona porque prometió hacerlo (1 Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”).
Cuando Dios perdona nuestros pecados, los borra del
registro. Nunca más los volverá a sacar a la luz, de modo que mostremos nuestro
gozo y felicidad en todo tiempo (Isaías 43:25 “Yo, yo soy el que borro tus
rebeliones por amor de mí mismo; y no me acordaré de tus pecados”).
¡Gracia y Paz!