Zacarías 12:9-10
“En aquel día yo
procuraré destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén. Y
derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu
de gracia y de oración; y mirarán a mí a quien traspasaron, y llorarán como se
llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el
primogénito".
Este pasaje es
parte de la profecía acerca de los tiempos finales, en los que Dios mostrará su
poder contra los enemigos de Jerusalén a quienes destruirá, y al mismo tiempo
derramará “espíritu de gracia y de oración” sobre su pueblo, los cuales
llorarán ante la presencia de Aquel “a quien traspasaron”, es decir desobedecieron,
y “harán lamentación por él”, dice Apocalipsis 12:7.
Desde el
principio de la Creación ,
a través de los siglos, en los tiempos actuales y hasta el fin del mundo, el
anhelo de Dios ha sido y será siempre tener una comunión íntima con su pueblo.
Esto sólo puede lograrse a través de la oración. Ser perseverantes en la
oración resulta sumamente difícil para la mayoría de los cristianos. Una y otra
vez intentamos ser constantes pero poco a poco la pasión y el fervor inicial se
esfuman. Claro que esto no es nada nuevo. Los discípulos de Jesús
experimentaron este problema. Por eso le dijeron: “Señor, enséñanos a orar”
(Lucas 11:1). Habían visto en Jesús lo que ellos anhelaban para sus propias
vidas. Reconocieron su necesidad y clamaron al que podía ayudarlos. Y el Señor
respondió enseñándoles la oración modelo.
Claro que una
cosa es saber como debemos orar y otra cosa es sentir el deseo ferviente de
buscar el rostro del Señor en oración, y pasar tiempo de comunión con él cada
día de nuestras vidas. Dios anhela presentarse en medio de nuestra debilidad
para poner en nosotros un “espíritu de gracia y de oración”. Realmente lo
necesitamos para fomentar nuestra intimidad con el Señor, compartirle nuestras
cargas y recibir sus bendiciones. El primer paso para llegar a tener una vida
de oración saludable y poderosa, es reconocer que somos incapaces de vivir una
vida de victoria por nosotros mismos. Es necesario estar concientes de que al
depender de Dios nos irá mucho mejor en todos los aspectos. Cuando nos humillemos
ante el Señor reconociendo nuestra necesidad de su ayuda, y decidamos comenzar
una vida de oración, su poderosa presencia se derramará sobre nosotros y
seremos transformados por su Espíritu en verdaderos guerreros de oración.
Su palabra nos
exhorta a “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). En Efesios 6:18, el apóstol
Pablo dice que debemos estar “orando en todo tiempo con toda oración y súplica
en el Espíritu...” Y Colosenses 4:2 nos dice: “Perseverad en la oración,
velando en ella con acción de gracias”. Muchos otros pasajes nos animan a orar.
Debemos ser perseverantes en la oración. Quizás en ocasiones nos sintamos
desanimados, o tal vez pensemos que llevamos mucho tiempo orando sobre lo mismo
sin recibir respuesta, pero debemos continuar firmes confiando en que Dios está
en control y que él nos contestará en su tiempo, en el momento perfecto y
conforme a los planes que él tiene para nuestras vidas. Para ello él quiere
derramar sobre nosotros ese “espíritu de gracia y oración”, para que volvamos a
él nuestros ojos y los mantengamos fijos en él cualesquiera sean las
circunstancias que nos rodeen.
Alguien dijo:
"Vivir de rodillas nos mantiene de pie". ¡Cuánta verdad encierran
estas palabras! Hazte el propósito de buscar el rostro del Señor en oración una
o más veces cada día, anhelando su presencia y clamando a él por un espíritu de
oración que te envuelva y controle tu vida.
ORACIÓN:
Gracias, Señor
porque tu presencia viene a mi vida para cambiar mis hábitos de pereza y
desgano espiritual. Derrama sobre mí un espíritu de oración y haz de mí en este
día un guerrero de oración por tu divino poder, para honra y gloria de tu
nombre. Por Cristo Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla