Nehemías 6:1-3
“Cuando oyeron Sanbalat y Tobías
y Gesem el árabe, y los demás de nuestros enemigos, que yo había edificado el
muro, y que no quedaba en él portillo (aunque hasta aquel tiempo no había
puesto las hojas en las puertas), Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y
reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado
hacerme mal. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no
puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros”.
La palabra “Compromiso” encierra
un gran significado, pero en términos sencillos se trata de un convenio, de una
obligación contraída por medio de acuerdo, promesa o trato que se hace entre
dos o más personas. En la
Biblia encontramos que Dios pactó un compromiso con los
hombres, y que su compromiso con los hombres fueron indefinidos.
Recordemos que José pidió a
Faraón que se le concediera a su familia un lugar en Egipto. Luego surgió el
temor en Faraón de que esta gente estaba creciendo demasiado y creyó que
se convertiría en un problema fuerte,
entonces se lanzó un plan para detener el crecimiento. Éxodo 1:12 dice que
“cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían”. Y los egipcios
los esclavizaron y el pueblo de Israel comenzó a quejarse y elevó su corazón a
Dios, acordándose de las promesas que el Señor les había hecho a sus padres, y
Dios determinó darles la salida después de más de 400 años, parecía que Dios se
había olvidado de ellos, pero Dios cumple sus promesas.
En el libro de Nehemías 6:1,
leemos: “Cuando oyeron Sanbalat y Tobías y Gesem el árabe, y los demás de
nuestros enemigos, que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él
portillo (aunque hasta aquel tiempo no había puesto las hojas en las puertas)”.
Ya se había edificado, ya se había levantado, eso despertó la envidia, despertó
la oposición, despertó la maquinación; y se dieron a criticar, a ridiculizar, a
burlarse y a tratar de detener la obra. La oposición nunca cesará ni se
demorará en llegar cuando se inicia una labor a favor del Señor.
Estos enemigos de la Obra fingen ser espirituales,
fingen ser de ellos, de querer edificar con ellos, pero todo esto no era
cierto, ellos querían meterse dentro del pueblo, querían camuflarse dentro del
pueblo, y así comenzar a hacer daño, a murmurar, a desalentarlos. Nehemías
logró mantener el ánimo y lo transmitió al pueblo; de tal manera que se mantuvo
el pueblo, los ayudantes, y todos, para seguir adelante en este proyecto que
habían comenzado.
Cuando estos enemigos de la Obra ven todo esto le
enviaron a decir: “Ven y reunámonos”. Aparentemente era una reunión de paz,
pero ellos estaban pensando hacer mal. Nehemías dice: “Mas ellos habían pensado
hacerme mal. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no
puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros” (Nehemías
6:3). Este hombre de Dios demuestra que era él estaba comprometido con Dios, y
con su obra, y con su pueblo.
Nehemías se negó rotundamente a
ir a esas reuniones porque su compromiso no era con Sanbalat, ni con Tobías ni
con Gesem el árabe, el compromiso de Nehemías era con Jehová de los ejércitos y
con su pueblo, para él estaba claro con quien era el compromiso. Cuando una
persona está comprometida con Dios y con su Obra, no se distrae, no quita la
mirada del arado, siempre mira al frente y coloca su mirada en el Señor, no
coloca la mirada en los seres humanos ni en las circunstancias. Nehemías era
una persona comprometida con una causa, con una misión, no se deja distraer ni
pierde el objetivo, ni pierde el plan.
Si miramos desde otro ángulo,
Nehemías estaba bien al lado del rey, hubiera podido hacer caso omiso al
informe de sus hermanos, pudo ser indiferente. Pero era un hombre de oración,
sensible a la voz de Dios, que estaba en el palacio de un rey pagano pero vivía
con Dios, que no se había desubicado ni aislado. Cuando alguien tiene un
compromiso con Dios, no importa donde esté, está conectado con Dios, por eso no
fue rebelde ni indiferente, atiende al llamado que le hace Dios a través del
informe contado por sus hermanos, y se llena de compasión, de dolor al ver que
sus hermanos estaban en semejante condición. Y ora a Dios, que si quiere le
abra las puertas y que está dispuesto a ir a ayudar. Y Dios le dio gracia con
el rey, y el monarca le permite ir porque sabía que Nehemías era un hombre de
palabra, recto, serio y confiable.
El compromiso es necesario en la
vida, la mayoría de los seres humanos quieren estar abiertos a toda opción, no
quieren comprometerse con nada. La gente quiere llegar a la Iglesia y al Evangelio
pero sin comprometerse. El Señor le dijo a las multitudes: “Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame… Ninguno que
poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios…
Así, pues, cualquiera de vosotros que no
renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Mateo 16:24; Lucas
9:62; Lucas 14:33).
Uno le dijo a Jesús: “Señor, te
seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y
las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la
cabeza” (Lucas 9:58). Este hombre no continuó, porque se enteró que no había
comodidades, que no había ganancias. “Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo:
Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que
los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios” (Lucas
9:59-60). Una vez que uno se compromete, no se puede echar para atrás.
No podemos venir a hacer un
compromiso y después decir que no lo sabíamos. Uno debe conocerlo, “porque
¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y
calcula (considera) los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya
puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a
hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar”
(Lucas 14:28-30). Muchos quieren llegar a ser hombres de Dios, tener muchas
cosas en el programa de Dios, pero nunca se han sentado por un instante a
considerar como llegar allá, que precio o exigencia le demanda Dios.
Si usted Hermano es un Pastor, la Obra le demanda tiempo, el
pueblo que pastorea le demanda tiempo; los programas de trabajo, de
evangelización que llevan a otros a alcanzar a Cristo nos demanda tiempo; dar
cursos de formación, de liderazgo, enseñarle a otros demanda tiempo; le demanda
horas en las noches de estudio y de oración, días de ayuno, noches de vigilia,
eso es servir a Dios, eso es estar comprometido. Algunos aparentemente son
pastores, pero en la práctica no lo son porque no tienen un compromiso real con
Dios. Si hay un llamado en el corazón de una persona, no se puede estar quieto,
no puede cruzar los brazos y quedarse meses y meses quieto, cuando uno tiene un
llamamiento es como tener un fuego dentro que no le deja tranquilo, que no le
deja dormir, tiene que estar produciendo, tiene que estar haciendo algo, tiene
que estar ocupado.
En 1 Samuel 10:26-27 nos dice: “Y
envió Samuel a todo el pueblo cada uno a su casa. Saúl también se fue a su casa
en Gabaa, y fueron con él los hombres de guerra cuyos corazones Dios había
tocado. Pero algunos perversos dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le
tuvieron en poco, y no le trajeron presente; mas él disimuló”. Saúl era un
hombre de campo, de fincas, era un hombre que tenía yuntas de bueyes que araban
la tierra; en el capítulo 11 del mismo libro nos habla de que él se fue a su
casa al ver que lo menospreciaron, que lo tuvieron en poco, y recordemos que
cuando lo fueron a nombrar, se escondió, o sea, no quería el compromiso, no
quería comprometerse, se escondió porque sabía lo que eso significaba estar al
frente del pueblo, no era fácil, se asustó.
Y Saúl se entretuvo en su casa
arando. Dios lo había llamado, lo habían ungido, pero su corazón no se había
comprometido para esa labor. Hay gente ungida, que Dios le ha llamado, con
capacidades, Dios no puede poner a alguien para lo cual no somos capaces, nos
permite cosas conforme a nuestra capacidad. Pero Saúl estaba en el campo.
Nahas amonita viene y acampa
contra los de Jabes de Galaad (una de las tribus), y comienza a hacerles
presión, a amenazarlos, a humillarlos, a desesperarlos, y entonces los de Jabes
se sentían sin rey que los defendiera, que los ayudara, y viéndose en estrecho
dijeron: “Haz alianza con nosotros, y te serviremos” (1 Samuel 11:1). “Y Nahas
amonita les respondió: Con esta condición haré alianza con vosotros, que a cada
uno de todos vosotros saque el ojo derecho, y ponga esta afrenta sobre todo
Israel” (1 Samuel 11:2). Porque no solamente era perder el ojo, era perder el
honor, era perder el testimonio de Dios, era perder todo, se iban a burlar los
pueblos y las naciones; iban a perder el ojo derecho por cobardes, por
pusilánimes, por medrosos, porque no fueron capaces de enfrentar al adversario,
al enemigo, se llenaron de miedo.
El diablo trata de negociar con
nosotros la visión, trata de negociar el compromiso con Dios, no podemos perder
el honor, no podemos perder lo que Dios nos ha dado. La Obra ha crecido por la gracia
y misericordia de Dios, Él es el que abre las puertas, Él es quien toca los
corazones, quien provee, que pone en nosotros el querer como el hacer por su
buena voluntad. Nosotros estamos comprometidos con Dios, comprometidos a no
ceder, a no retroceder, a no bajar la guardia, a mantenernos en la senda, en la
brecha, no importa la persecución, no importa la difamación, no importa el
menosprecio, eso no nos detendrá, eso no nos va a desanimar, nosotros hemos
“puesto los ojos en Jesús, el autor y consumador (preservador) de la fe”
(Hebreos 12:2).
“Entonces los ancianos de Jabes
le dijeron: Danos siete días, para que enviemos mensajeros por todo el
territorio de Israel; y si no hay nadie que nos defienda, saldremos a ti” (1
Samuel 11:3). Y se fueron a pregonar ese mensaje a las demás tribus, y el que
iba oyendo comenzaba a llorar. “Y he aquí Saúl que venía del campo, tras los
bueyes; y dijo Saúl: ¿Qué tiene el pueblo que llora? Y le contaron las palabras
de los hombres de Jabes. Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios vino
sobre él con poder; y él se encendió en ira en gran manera. Y tomando un par de
bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel por
medio de mensajeros, diciendo: Así se hará con los bueyes del que no saliere en
pos de Saúl y en pos de Samuel. Y cayó temor de Jehová sobre el pueblo, y
salieron como un solo hombre” (1 Samuel 11:5-7). Saúl cuando vio esta situación
se olvidó del menosprecio de los perversos, se olvidó de los malos comentarios,
se dio cuenta que estaba evadiendo su compromiso con Dios.
Por eso el hombre de Dios que
está comprometido, no se puede desviar, nadie que milita, que ha sido
reclutado, puede enredarse en los negocios ajenos a fin de no agradar aquel que
le tomó por soldado, ninguna persona que Dios ha llamado puede entretenerse y
seguir como si nada hubiera pasado, alistando todas las mañanas sus bueyes y
trayéndolos de nuevo en la tarde.
Dios nos está reclamando un
compromiso de verdad, una entrega total, y lo primero que tenemos que hacer es
sacrificar los bueyes. Aquellos bueyes que nos tienen separado del trabajo y de
la responsabilidad dada, esos bueyes que nos tienen entretenidos y que no nos
dejan ver la necesidad de otros y no nos dejan oír el clamor y el llanto de
otros. Entonces Saúl fue y liberó a su pueblo y Dios le dio una gran victoria
contra los amonitas y el pueblo lo reconoció, se dio cuenta que de verdad Dios
lo había puesto, lo había probado ahora. Al matar, al sacrificar los bueyes,
fue el día en que él se comprometió, fue el día en que sacrificó el impedimento
para un compromiso verdadero con Dios.
Mientras no sacrifiquemos
nuestros ídolos, mientras no sacrifiquemos lo que nos tiene indiferentes,
mientras no sacrifiquemos lo que nos tiene aislados de los propósitos de Dios,
no habrá verdadero crecimiento, no habrá avance si no sacrificamos todo esto en
el altar, por eso el apóstol Pablo nos dice: “Os ruego por la misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos
12:1-2).
Dios quiere que tengamos un
compromiso de verdad con esta Obra, que no sea solamente de labios sino de
corazón, ríndale a Dios su vida, renueve su compromiso, no haga alianzas con el
enemigo, no pierda la visión, sacrifique lo que tenga que sacrificar, no pierda
lo que Dios le ha dado, manténgase fiel a toda costa, no importa que le
critiquen, no importa que le tengan en poco, que le menosprecien. Haga un
compromiso con Dios, si no lo ha hecho hágalo ya, y si ya lo ha hecho
renuévelo, hoy es el día de comprometernos con Dios y con su Obra.
“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina
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