Salmo 142:1-5
“Con mi voz clamaré al Señor…
Delante de él expondré mi queja; delante de él manifestaré mi angustia…
Conociste mi senda…Tú eres mi esperanza”.
Hebreos 13:6
“El Señor es mi ayudador”.
David, quien llegaría a ser rey
de Israel, pasó por la cueva de la depresión a causa de los celos de Saúl,
quien llegó a ser su enemigo. Perdió su posición en la corte, tuvo que dejar a
su mujer para salvar su propia vida, abandonar a Jonatán, su íntimo amigo… Dijo
que era perseguido como “una perdiz por los montes” (1 Samuel 26:20).
¿Ha perdido usted a su cónyuge o
a su mejor amigo? ¿Está sin trabajo, tiene problemas de salud o de dinero? ¿Un
amigo le dio la espalda? ¿Qué hace usted cuando lo que era su seguridad viene
abajo, cuando ya no sabe adónde ir? ¿Le sumergen la pena, el miedo, la
desesperación o la rebeldía?
¡Quizá como el rey David, usted
huyó a su cueva, lamentándose de su suerte! ¿Cómo se las arregló David?
Primeramente levantó los ojos al cielo y miró hacia Dios, quien es luz y
fuerza. Reconoció su propia miseria y a Dios como su verdadero refugio.
Liberado de su «cárcel», halló más que la paz y la serenidad junto a su Dios;
deseó alabar su nombre.
Cuando todo le falta, recuerde
que aún existe Alguien junto a quien usted puede ir, alguien que siempre se
preocupa por usted. Es el gran Dios del cielo y de la tierra, nuestro Padre
celestial. Él no dejó de amarnos y dio la prueba de ello al enviar a su Hijo
para el perdón de nuestros pecados. Desde ahora, confiemos en él.
“Gracia y Paz”
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