EN LA SEMILLA ESTÁ LA VIDA
1 Pedro 1:25
“Mas la palabra del Señor
permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido
anunciada”.
Un hombre poseía una pequeña
parcela en la que decidió plantar maíz. A tal fin, fue y compró semillas. Aró
el campo y quitó las malas hierbas y las piedras. Luego, mientras andaba por el
campo, fue sembrando el maíz. No obstante, no se dio cuenta de que, mezcladas
con el maíz, había semillas del arbusto de la mostaza que en esa región crece
de manera espontánea. Nadie siembra mostaza a propósito, porque se trata de una
planta silvestre.
El maíz brotó y, allí, en medio
del campo, sobresaliendo por encima de él, se erguía un arbusto de mostaza. El
arbusto creció lozano y vigoroso hasta alcanzar una altura superior a la estatura
de un hombre. Durante la temporada de crecimiento, los pájaros volaban hacia el
arbusto, que ahora ya parecía un árbol, y encontraban refugio y descanso en sus
ramas.
De esta historia podemos extraer
varias lecciones. El hombre hizo un buen uso de su campo. Algunas personas
descuidan su campo de servicio. Les gustaría que el mundo entero fuera
cultivado, pero nunca se involucran en la tarea. El primer lugar en el que
tendríamos que sembrar la semilla del evangelio es nuestro propio jardín.
Tenemos la obligación de trabajar para que aquellos a quien Dios nos ha
confiado de manera específica, empezando por nuestra propia familia, se
conviertan.
La semilla, aunque muy pequeña,
es una cosa viva. Entre un grano de mostaza y un trozo de cera del mismo tamaño
hay una gran diferencia. En la semilla hay vida, aunque no lleguemos a
entenderlo. Es un misterio.
Dentro del grano de mostaza está
toda la planta reproducida en miniatura. Todas las ramas, todas las hojas,
todas las flores y todas las semillas están, en esencia, contenidas en la
semilla. Todavía no se han desarrollado, pero están ahí. ¡En la semilla del
evangelio se esconden tantas cosas! Mírela. Vea la regeneración, el
arrepentimiento, la fe, la santidad, la consagración y la perfección. El cielo
está escondido en el evangelio. Así como el Dios eterno estaba en el recién
nacido de Belén, en la sencilla expresión: «Cree y vivirás», se encuentran
todos los elementos de la justificación y la santificación.
Cuando sembremos y crezcamos con
fe, obtendremos árboles de bendiciones. (Mateo 13:31,32).
“Gracia y Paz”
(Richard O´Ffill)
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