Isaias 50:10
¿Quién hay entre vosotros que
teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de
luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios.
Dios en su misericordia no quiso
dejar al ser humano sumido en su oscuridad existencial y moral. En el drama de
la historia humana, la última palabra no la tiene el hombre rebelde, sino Dios
quien mediante la revelación y redención de su hijo, el Verbo, nos ha dado a
conocer su plan de salvación; la obra expiatoria y reconciliadora de Cristo, El
Verbo era la Luz verdadera, y esa luz trae salvación al hombre, muerto en
delitos y pecados.
Cuando Jesús dijo: “…Yo soy la
luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz
de la vida” (Juan 8:12).
Nos estaba revelando lo más
glorioso de su persona y de su obra y es que esa luz brilla en todas las
facetas de la redención humana. Mostrando lo maravilloso de la reconciliación
del hombre con su creador, la justificación del pecador ante Dios, la
santificación que transforma al creyente en una nueva creación y que hace
posible vivir los principios morales del Evangelio, nos hace hijos de Dios,
otorga la semejanza con el Salvador y Señor.
Los destellos de la fe y la vida
cristiana que otorga la Luz de Cristo, constituyen la naturaleza del Evangelio
y la de ser cristianos. Recordemos que El mismo que dijo “Yo soy la luz del
mundo” también declaro: “Vosotros sois la luz del mundo: una ciudad asentada
sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14).
El Mesías exhorta a los piadosos
con su ejemplo, a que cuando pasen por pruebas (tinieblas) confíen únicamente
en el brazo de Jehová. Si andamos con nuestra luz y rechazamos la de Dios, nos
volvemos autosuficientes y el resultado es tormento. Cuando depositamos nuestra
confianza en la inteligencia, apariencia o los logros en lugar de Dios, nos
arriesgamos a sufrir en gran manera cuando estos puntos fuertes desaparezcan.
Se le advierte a los pecadores
presuntuosos de no confiar en sí mismos. Sus propios méritos y suficiencia son
luz y a la misma vez calor para ellos. Los consuelos derivados de las criaturas
son como chispas de corta vida y pronta desaparición; los hijos de este mundo,
mientras duren, procuran calentarse con ellas y andan con orgullo y placer a la
luz de ellas. Los que hacen de este mundo su consuelo y de su justicia propia,
su confianza, ciertamente encontrarán amarguras al final. El camino del impío
puede ser placentero, pero su final y destino eternos serán las tinieblas más
profundas. Mientras que el camino de un hombre nacido de nuevo, fiel hijo de
Dios, puede ser oscuro, pero su final será paz y luz eterna.
Es momento aun de preguntarnos:
¿Irradiamos luz o solo chispas? ¿Irradiamos nosotros la luz que nos enseña el
Evangelio? Al contestarnos tengamos presente lo dicho por nuestro Señor
Jesucristo "El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida”.
Efesios 5:8 “porque antes erais
tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de la luz”.
“Gracia y paz”
No hay comentarios:
Publicar un comentario