Mateo 5:48
“Sed, pues, vosotros perfectos,
como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
La meta para nosotros es la
perfección; perfección en el pensamiento, en la palabra, y en los hechos. El
único que cumplió con este mandamiento fue Jesucristo. Si él no fuera perfecto,
no hubiera sido un sacrificio aceptable por nuestros pecados, porque Dios
requiere la perfección. Pero gracias a Dios, Jesús obedeció toda la ley, vivió
una vida perfecta, y por lo tanto su sacrificio por nuestros pecados fue pago
completo y aceptable, y nuestra deuda fue cancelada completamente.
Ahora bien, encontramos este
versículo asombroso: “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a
los santificados” (Hebreos 10:14). ¿Cuántas ofrendas? Una. ¿Perfectos hasta
cuándo? para siempre. Aleluya!
Gracias a Dios y nuestro Salvador Jesucristo. De modo que nuestra posición es
una de perfección en Cristo, y conviene que luchemos hacia la meta de la
perfección personal, para que nuestra vida actual sea como la vida posicional que
tenemos en Cristo. Pero tenemos que decir como Pablo, “No que lo haya alcanzado
ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo...” (Filipenses 3:12). En otras
palabras, perfección fue la meta de Pablo, y debe ser de nosotros también.
“Gracia y Paz”
Un versículo de la Biblia cada Día
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