Salmo 25:4-5
“Muéstrame, oh Jehová, tus
caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú
eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”.
Hace un tiempo escuchamos una
noticia acerca de una niña de once años la cual murió de un tipo de diabetes
relativamente simple que, según los médicos, pudo haber sido exitosamente
tratado con medicinas, pero sus padres prefirieron poner la enfermedad de la
niña en oración, esperando sanidad divina en lugar de acudir a la ciencia
médica. Ellos declararon que creen en la Biblia , y que la sanidad viene de Dios, y
atribuyeron la muerte de la niña a que, aparentemente, ellos no oraron con
suficiente fe. Ciertamente es muy bueno creer lo que dice la Biblia , y es también cierto
que la sanidad, al igual que todo lo bueno, viene de Dios. Sin embargo, es
sumamente importante que entendamos que no siempre la voluntad de Dios se
manifiesta de la manera que nosotros esperamos. Él tiene sus planes, los cuales
son “planes de bienestar y de esperanza” (Jeremías 29:11), y contestará nuestra
oración de manera que esos planes se lleven a cabo.
Cuando Lázaro de Betania, el
hermano de Marta y Maria y amigo de Jesús, enfermó de gravedad, sus hermanas
inmediatamente le enviaron mensaje al Señor (Juan 11:3). Con seguridad ellas
pensaban que Jesús, tan pronto recibiera la noticia, acudiría al lado de Lázaro
y lo sanaría. Ellas tenían fe en el poder de sanidad del Maestro, ellas sabían
que Jesús amaba a su hermano, por lo tanto era lógico pensar que muy pronto
Jesús vendría y pondría sus manos sobre Lázaro y este seria sanado de su
enfermedad. Lo cierto es que el Señor no actuó de esa manera, sino que “cuando
oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba”
(Juan 11:6). ¿Acaso no le importaba a Jesús la enfermedad de su amigo, y la
tristeza y preocupación de Marta y María? Por supuesto que sí le importaba,
pero el Señor tenía otros planes, imposibles de ver por el ojo humano. Por eso
les dijo a sus discípulos: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la
gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.
Todos sabemos el resto de la
historia: Cuando Jesús llegó a la aldea, Lázaro había muerto, y ya hacía cuatro
días que estaba en el sepulcro. Tanto Marta como María “reprocharon” a Jesús su
tardanza: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano” (vv. 21
y 32). En otras palabras: “¿Por qué no viniste enseguida que recibiste el
mensaje? Ahora ya es demasiado tarde”. Muchas veces oramos, acudimos al Señor
en busca de la solución a nuestro problema, y entonces esperamos que las cosas
se solucionen de la manera que nosotros consideramos es la correcta y en el
tiempo que pensamos es el correcto, y actuamos conforme a este concepto. Jesús
hizo algo muy por encima de lo que estas mujeres podían siquiera imaginar:
levantó a Lázaro de los muertos, y el nombre de Dios fue glorificado y “muchos
de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo
Jesús, creyeron en él” (v.45).
Si los padres de esa niña de once
años, en lugar de simplemente esperar la sanidad de su hija a través de la
oración, hubieran pedido también que Dios les mostrara cual era su voluntad, quizás
hubieran entendido que lo que Dios quería es que ellos acudieran al médico.
Ellos nunca entendieron que Dios pudo haber usado a ese médico para glorificar
su nombre y para llevar a cabo algún plan que envolviera a otras personas cuyos
corazones él quería ministrar. No sabemos, no somos capaces de entender los
planes de Dios, por lo que nuestra fe debe movernos a dejar todo en sus manos,
pero pedirle también que nos muestre cual es nuestra parte en su plan.
Si te encuentras en estos
momentos en una situación difícil, haces muy bien en orar, clamando a Dios por
la solución, pero es muy importante que sobre todas las cosas busques su
voluntad. Al igual que el salmista en el pasaje de hoy, pide al Señor que te
muestre sus caminos, que te revele lo que tú debes hacer mientras esperas en
él.
ORACIÓN:
Padre amado, te ruego me reveles
tus planes en mi vida, y me des la fuerza y el valor para unirme a ellos sin
tratar de modificarlos. Por favor, haz tu voluntad en mi vida, porque yo sé que
es agradable y perfecta. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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