martes, 12 de marzo de 2013

¿TE RESULTA DIFÍCIL AGRADAR A DIOS?



Romanos 8:5-8
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”.

Este pasaje dice que “los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”, es decir, si queremos agradar a Dios tenemos que actuar en contra de nuestra naturaleza carnal. Esto, desde luego, es totalmente imposible a menos que el Espíritu Santo controle nuestras acciones. El ejemplo máximo de esta manera de actuar nos lo da Jesús, quien declaró en Juan 8:29: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”. Jesús siempre hizo la voluntad del Padre. Esta es la clave para una vida de íntima comunión con Dios, llena de paz y de gozo. Por el contrario, los deseos de la carne “son enemistad contra Dios”, dice este pasaje. Esto significa separación del Señor y de todas sus bendiciones.

Cuando pensamos en lo que debemos hacer para obedecer la voluntad de Dios, generalmente vienen a nuestra mente mandamientos como “No matarás”, “No cometerás adulterio”, “No hurtarás”. A la gran mayoría de los creyentes no les resulta difícil cohibirse de llevar a cabo estas acciones. Sin embargo, hay muchas otras cosas que no agradan a Dios, a las que damos menos importancia. Veamos algunas de ellas:

Reconocer un error. El pueblo de Israel se caracterizó, a través de su historia, por ser desobediente. Pero en su inmensa misericordia, Dios estuvo siempre dispuesto a perdonarlos si se arrepentían de sus pecados. Claro que previo al arrepentimiento es necesario reconocer que se ha hecho algo malo. Por eso Dios los exhorta a través del profeta Jeremías: “Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado” (Jeremías 3:13). Debemos reconocer nuestros errores y arrepentirnos de ellos.

Perdonar un agravio. Después que Jesús enseñó a sus discípulos la oración modelo, les reafirmó la necesidad de perdonar a aquellos que los hubiesen ofendido. Dice Mateo 6:14: “Si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. De esta manera se afecta nuestra relación con Dios cuando no perdonamos un agravio.

Aprovechar el tiempo. “El tiempo es oro”, dice un conocido refrán. Lo cierto es que, desde el punto de vista espiritual, el tiempo es mucho más valioso que el oro, pues la manera en que lo usamos puede significar la diferencia entre agradar y desagradar a Dios. El apóstol Pablo lo expresó de esta manera en su carta a los Efesios: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos". Realmente Pablo está diciendo: "Aprovecha cada oportunidad que tengas de hacer algo que agrade a Dios".

Hay otras cosas como éstas a las que muchas veces no damos la importancia que tienen, como amar a nuestros enemigos, ser humildes, esperar pacientemente, servir a los demás, dar gracias en todo, etc., etc. Todas y cada una de estas cosas se mencionan en la Biblia, y de una manera u otra encontramos una exhortación a llevarlas a cabo con el fin de obedecer la voluntad de Dios.

Cualesquiera sean las cosas que te resultan difícil hacer para agradar a Dios, lo más importante es que estés conciente de que debes hacerlas, si deseas vivir una vida de gozo y de paz. También es importante que reconozcas que por tus propias fuerzas no podrás hacer todo lo que debes hacer. Acércate más a Dios. Busca el rostro del Señor cada día de tu vida, lee la Biblia, medita en ella, ora sin cesar. Santiago 4:8 nos dice: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Mientras más nos acercamos al Señor, más se acerca él a nosotros, mayor será en nosotros el deseo de agradarle, y su Santo Espíritu nos dará las fuerzas para hacerlo, aun en las “pequeñas” cosas de nuestro diario vivir.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me capacites para agradarte siguiendo las instrucciones escritas en tu Palabra, sobretodo aquellas que me resultan tan difíciles de llevar a cabo. En el nombre de Jesús. Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te habla

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