Romanos 8:5-8
“Porque los que son de la carne
piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas
del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del
Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad
contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los
que viven según la carne no pueden agradar a Dios”.
Este pasaje dice que “los que
viven según la carne no pueden agradar a Dios”, es decir, si queremos agradar a
Dios tenemos que actuar en contra de nuestra naturaleza carnal. Esto, desde
luego, es totalmente imposible a menos que el Espíritu Santo controle nuestras
acciones. El ejemplo máximo de esta manera de actuar nos lo da Jesús, quien
declaró en Juan 8:29: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado
solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”. Jesús siempre hizo la
voluntad del Padre. Esta es la clave para una vida de íntima comunión con Dios,
llena de paz y de gozo. Por el contrario, los deseos de la carne “son enemistad
contra Dios”, dice este pasaje. Esto significa separación del Señor y de todas
sus bendiciones.
Cuando pensamos en lo que debemos
hacer para obedecer la voluntad de Dios, generalmente vienen a nuestra mente
mandamientos como “No matarás”, “No cometerás adulterio”, “No hurtarás”. A la
gran mayoría de los creyentes no les resulta difícil cohibirse de llevar a cabo
estas acciones. Sin embargo, hay muchas otras cosas que no agradan a Dios, a
las que damos menos importancia. Veamos algunas de ellas:
Reconocer
un error. El pueblo de Israel se caracterizó, a través de su historia,
por ser desobediente. Pero en su inmensa misericordia, Dios estuvo siempre
dispuesto a perdonarlos si se arrepentían de sus pecados. Claro que previo al
arrepentimiento es necesario reconocer que se ha hecho algo malo. Por eso Dios
los exhorta a través del profeta Jeremías: “Reconoce, pues, tu maldad, porque
contra Jehová tu Dios has prevaricado” (Jeremías 3:13). Debemos reconocer
nuestros errores y arrepentirnos de ellos.
Perdonar
un agravio. Después que Jesús enseñó a sus discípulos la oración modelo,
les reafirmó la necesidad de perdonar a aquellos que los hubiesen ofendido.
Dice Mateo 6:14: “Si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro
Padre os perdonará vuestras ofensas”. De esta manera se afecta nuestra relación
con Dios cuando no perdonamos un agravio.
Aprovechar
el tiempo. “El tiempo es oro”, dice un conocido refrán. Lo cierto es
que, desde el punto de vista espiritual, el tiempo es mucho más valioso que el
oro, pues la manera en que lo usamos puede significar la diferencia entre
agradar y desagradar a Dios. El apóstol Pablo lo expresó de esta manera en su
carta a los Efesios: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios
sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos".
Realmente Pablo está diciendo: "Aprovecha cada oportunidad que tengas de
hacer algo que agrade a Dios".
Hay otras cosas como éstas a las
que muchas veces no damos la importancia que tienen, como amar a nuestros
enemigos, ser humildes, esperar pacientemente, servir a los demás, dar gracias
en todo, etc., etc. Todas y cada una de estas cosas se mencionan en la Biblia , y de una manera u
otra encontramos una exhortación a llevarlas a cabo con el fin de obedecer la
voluntad de Dios.
Cualesquiera sean las cosas que
te resultan difícil hacer para agradar a Dios, lo más importante es que estés
conciente de que debes hacerlas, si deseas vivir una vida de gozo y de paz.
También es importante que reconozcas que por tus propias fuerzas no podrás
hacer todo lo que debes hacer. Acércate más a Dios. Busca el rostro del Señor
cada día de tu vida, lee la
Biblia , medita en ella, ora sin cesar. Santiago 4:8 nos dice:
“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Mientras más nos acercamos al
Señor, más se acerca él a nosotros, mayor será en nosotros el deseo de
agradarle, y su Santo Espíritu nos dará las fuerzas para hacerlo, aun en las
“pequeñas” cosas de nuestro diario vivir.
ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me
capacites para agradarte siguiendo las instrucciones escritas en tu Palabra,
sobretodo aquellas que me resultan tan difíciles de llevar a cabo. En el nombre
de Jesús. Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te habla
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