martes, 29 de enero de 2013

SIN SANTIDAD NADIE VERÁ AL SEÑOR



Mateo 28:19-20
“Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura.” Marcos 16:15. También nuestro Señor dijo: “Id y haced discípulos (doctrinad)…Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado…”

El Señor ordena a predicar y adoctrinar, son dos cosas fundamentalísimas, que se complementan la una con la otra. Predicar sin doctrinar, es sembrar sin poder cosechar; doctrinar sin predicar es querer cosechar sin sembrar. Dios ha puesto sobre nosotros una carga muy grande por las almas que nunca han escuchado el Evangelio, pero también nos ha cargado, por las almas que continuamente escuchan el Evangelio.

Es muy doloroso que las almas se pierdan, sin nunca haber escuchado el Evangelio. Pero es mucho más doloroso que las almas se pierdan escuchando todos los días el Evangelio. Es muy triste perder el alma en la selva, pero es mucho más triste perder el alma en la Iglesia. Es mejor ser un pagano en la selva, que ser un mundano en la Iglesia. Es terrible ser frío y perderse en la selva, pero es mucho más terrible ser tibio y perderse en la Iglesia.

De ahí la responsabilidad de la Iglesia de no solamente predicar y evangelizar, sino también de adoctrinar y enseñar. Nosotros siempre hemos hecho ambas cosas, por eso este mensaje en esta ocasión trata sobre LA SANTIDAD.

El significado primario de la palabra santidad es separación o dedicación para vivir para Dios y para servirle. Si la demanda divina de santidad o separación incluye la casa templo, el mobiliario, los utensilios, todo lo utilizado en rendir culto a Dios tiene que ser separado exclusivamente para Dios, mucho más se refiere a nosotros como hijos de Dios, todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.

La Palabra de Dios enseña enfáticamente que SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR.

“Seguid… la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).

En Lucas 1:75 dice que este Evangelio es “en santidad y en justicia”.

En 1 Pedro 1:15-16, dice: “Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”.

En 2 Corintios 7:1, dice: “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.

En Efesios 4:24 se nos ordena diciendo: “Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

En Tito 2:12, nos dice: “Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”.

El Salmo 24:3 y 4, dice: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño”.

En Mateo 5:8, dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”.

En 1 Juan 2:15-17, dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

En 1 Timoteo 2:8-10 dice: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”.

1 Pedro 3:5: “Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios”.

Hoy día hay mucha gente en las iglesias que dicen ser salvos, pero viven, actúan y visten como lo hace el mundo. Dicen ser cristianos pero viven y visten como mundanos y hasta como paganos. A los tales les preocupa más estar a la moda, que estar en santidad. No siguen los dictados de la Biblia, sino los dictados de Hollywood y de París. No se puede establecer la diferencia entre los tales y los inconversos y paganos. No solo se contaminan ellos mismos, sino que también contaminan la casa de Dios pues asisten a la misma, vestidos indecorosamente. Refiriéndose a la casa de Dios dice el Salmo 93:5, como sigue: “La santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre”.

Muchos dicen que Dios no se fija en lo exterior, pero estas citas bíblicas que hemos leído se refieren o incluyen lo exterior. Muchos dicen que Dios lo que mira es lo interior, pero al mirar lo interior, ya ha tenido que mirar lo exterior.

La santidad tiene precisamente dos aspectos: El interno y el externo; esto es, el aspecto del corazón y el aspecto de la conducta exterior. Uno tiene que ver con los motivos, el otro con las acciones. La santidad interna es un estado de pureza obrado por el Espíritu de Dios. La santidad externa es una vida de justicia y devoción a los más elevados ideales del Evangelio. La verdadera santidad interna siempre se manifestará externamente, manteniendo normas altas de conducta conforme a la Palabra de Dios, y por consiguiente diferentes a las del mundo. El creyente santificado, será diferente tanto interior como exteriormente.

La Biblia claramente enseña como debemos andar. En 1 Juan 2:6, dice:“El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo”. El Apóstol Pablo dice en  Efesios 4:17, como sigue: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente…” sino que andéis como fuisteis llamados.

La Biblia claramente enseña como debemos conversar. En 1 Pedro 1:15, dice: “Como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación” (versión Reina Valera 1602).

La Biblia claramente enseña como debemos vestir. En 1 Timoteo 2:9 y 10, leemos: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia… como corresponde a mujeres que profesan piedad”. Esto también se aplica para los hombres para no vestir ropas ridículas.

Dios nos ha llamado a pureza y a santidad. Dice en 1 Tesalonicenses 4:7 “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”.

Nosotros tenemos que seguir el llamado de Dios, los dictados de la Biblia, y no el llamado del mundo y los dictados de modas indecorosas. El camino al cielo, es camino de santidad. En Isaías 35:8 dice: “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él...” Dios es santo y el camino que conduce a Él, es Camino de Santidad, PORQUE SIN SANTIDAD NADIE VERÁ AL SEÑOR.

Causa dolor ver la condición de tantos creyentes, iglesias y denominaciones llenos del mundo; completamente mundanos, viviendo, actuando, hablando, vistiendo como el mundo, amando al mundo y las cosas del mundo; ellos reclaman que son cristianos, reclaman que irán al cielo, piensan que Dios no interviene en lo exterior, pero leamos la severa amonestación del apóstol Santiago que dijo: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4).

Causa mucho dolor, que aflige el corazón y muchos naufragan en la fe, cuando ven a notorios predicadores, que son adúlteros, fornicarios, o divorciándose y recasandose repetidas veces con una facilidad espantosa. O engañadores, cuyo dios es el vientre, aprovechándose de la buena fe de los creyentes.

Una razón por la cual el mundo no ha sido evangelizado, es precisamente por los malos testimonios, la mundanalidad, y la falta de santidad en individuos e iglesias. Con razón el apóstol Pedro afirma: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las verdades de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Quiere decir, que para poder anunciar con efectividad las virtudes del Evangelio, tenemos que ser gente santa.

En el Antiguo Testamento, cuando un sacerdote manchaba, o deshonraba su ministerio con adulterio, fornicación o idolatría, Dios los excluía, los eliminaba del ministerio, y lo más que Dios les permitía, después que se arrepentían, era ser porteros en el templo. Y hoy día, si tantos adúlteros y fornicarios que manchan y deshonran el ministerio y los púlpitos, salieran del ministerio y se arrepintieran, ¡cuantos porteros habría!

Hermano, hermana, si Ud. encuentra que en su vida hay cosas, conversaciones, vocabulario, modas, costumbres, maneras de vivir que no son santas, que no agradan a Dios, es mejor que usted se humille en la presencia de Dios, le pida perdón y le prometa abandonar tales cosas para entrar plenamente en el Camino de Santidad, porque SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR.

Amados, yo he cumplido con mi responsabilidad de predicar y de adoctrinar, usted asuma la responsabilidad de escuchar y obedecer. Le invito a obedecer. Dios les bendice!!!

“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina

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