martes, 22 de enero de 2013

MUCHO OJO CON LA AVARICIA



Lucas 12:13-15
“Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.

Jesús estaba predicando a la multitud que se había acercado a escucharlo, cuando un hombre le interrumpió para hacerle una petición que nada tenia que ver con la enseñanza espiritual que el Señor estaba predicando: “Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia” Jesús le respondió diciéndole que su función no era la de juez o partidor. Ciertamente no había venido el Mesías a tratar de cosas materiales, sino sobre algo mucho más importante: la salvación del mundo. Entonces Jesús aprovecha la ocasión para advertir a todos acerca del peligro de la avaricia.

Según el diccionario, “avaricia” es el “afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”. No hay nada malo en tratar de prosperar económicamente, pero es necesario tener en cuenta que Dios ha establecido ciertas reglas, no con el fin de evitar que nosotros disfrutemos la vida, sino para protegernos de la maldad de este mundo. Lo que muchas veces nosotros creemos que va a resultar en gran disfrute para nosotros, el Señor sabe que es algo temporal y que a la larga nos va a traer malas consecuencias. Debemos, pues, seguir esas reglas y permitir que el Espíritu Santo nos guíe en todo. Entonces viviremos una vida de paz y prosperidad. Todo lo contrario sucede cuando existe un “afán desordenado” o un “deseo desenfrenado” de obtener riquezas. La avaricia nunca tendrá buenos resultados, “porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”, les dijo Jesús.

A través de toda la Biblia encontramos advertencias en relación con la avaricia. Por ejemplo, Proverbios 28:16 dice: “El príncipe falto de entendimiento multiplicará la extorsión; mas el que aborrece la avaricia prolongará sus días”. En el Salmo 119:36 el salmista clama: “Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia”. En su carta a los Romanos, el apóstol Pablo les advirtió en contra de “toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad…” (Romanos 1:29); en Efesios 5:3, Pablo les dice que “fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos”. Y en Colosenses 3:5, Pablo exhorta de la siguiente manera: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría”. ¡Mucho cuidado con la idolatría! Un ídolo es todo aquello que ocupa en nuestras vidas un lugar más importante que Dios. La avaricia mueve a una persona a enfocarse exclusivamente en obtener riquezas materiales; por lo tanto Dios no es una prioridad en su vida.

Cuando ponemos a Dios en primer lugar todo lo demás viene por añadidura. Así nos dice Jesús en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. El Señor se estaba refiriendo a las cosas básicas para nuestra subsistencia, la comida, la bebida, la ropa. Todo esto nos será provisto por la gracia infinita de Dios si buscamos por encima de todo su presencia en nuestras vidas. Pero aún más, Filipenses 4:19 confirma que Dios “suplirá todo lo que nos falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Esto incluye no sólo las cosas materiales, sino lo que es más importante, todo lo relacionado al aspecto espiritual y emocional de nuestras vidas: la paz, el gozo, el amor, la gracia y la misericordia de Dios. Todo esto debe ser razón más que suficiente para rechazar todo sentimiento o pensamiento de avaricia, y enfocar nuestros esfuerzos en buscar una comunión intima con el Señor, sabiendo que él se encargará de suplir todas nuestras necesidades.

Hazte el firme propósito de buscar el rostro del Señor en oración con frecuencia. Cada día separa un tiempo en el que puedas tranquilamente leer la Palabra de Dios y meditar en ella.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego que me des discernimiento espiritual para reconocer cuando estoy afanándome por las riquezas de este mundo. Ayúdame a ponerte a ti en primer lugar en mi vida, confiando en que tú tendrás cuidado de todo lo demás. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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