EL PADRE DE FAMILIA
2 Timoteo 3:16,17
“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
Perdida en el fondo de algún
armario de mi casa hay una caja llena de cartas. En ella, mi esposa y yo
guardamos las cartas que nos escribíamos durante nuestro noviazgo. Leyéndolas
se puede ver cómo una amistad progresó hasta convertirse en un matrimonio que
ha durado cincuenta años... y contando.
¿Al limpiar el armario encontró algo
que pensaba que había perdido? Quizá oiga una canción que no había escuchado en
años. ¿Quién no ha encontrado la tarjeta de un amigo que hacía tiempo que había
olvidado o descubierto los detalles de un acontecimiento al que asistió y ha
dicho: «Lo había olvidado por completo», o: «Esto es nuevo para mí»? Algo así
son las cosas nuevas y viejas que el cabeza de familia sacó del tesoro.
Jesús pasó tres años preparando a
sus discípulos para que llevaran a cabo su obra. Quería que entendieran el
valioso tesoro que tenían en el evangelio y la Palabra de Dios. El evangelio es
de aquella clase de tesoros que uno no puede quedarse para sí, sino que tiene
que compartirlos.
Después de ilustrar sus
enseñanzas con varias parábolas, «Jesús les preguntó: "Habéis entendido
todas estas cosas?" Ellos respondieron: "Sí, Señor"» (Mateo
13:51). Tenemos razones para creer que lo que decían era cierto porque, cuando
no lo entendían pedían una explicación. Entonces Jesús puso ante sus ojos la
responsabilidad que tenían con respecto a las verdades que acababan de recibir.
Los llamó «escribas doctos en el reino de los cielos». Aprendían para poder
enseñar y, para los judíos, los maestros eran los escribas.
Los que comparten el evangelio
son como un buen anfitrión. Un buen anfitrión quiere agasajar bien a su familia
y a sus amigos. Por eso saca de su despensa cosas agradables, nuevas y viejas.
Saca frutas y verduras frescas, de la cosecha del año, y conservas y salazones,
de las cosechas de años anteriores. El buen obrero del evangelio presentará las
verdades del Antiguo Testamento y las del Nuevo y las aplicará a situaciones
actuales, haciendo que la verdad sea siempre nueva e importante.
Señor, ayúdame a servir a mis
invitados con el buen alimento de tu Palabra. (Basado en Mateo 13:52).
“Gracia y Paz”
(Richard O´Ffill)
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