1 Timoteo 4:16
“Ten cuidado de ti mismo...”
Meditemos en este texto. Existen miles de peligros que
nos asedian, existen miles de situaciones adversas que nos estorban, existen
miles de perversas artimañas que atentan contra nuestra vida, pero jamás nos
imaginamos que muchas de ellas manan desde lo más interno de nuestro ser.
El peligro, muchas veces, está en nosotros mismos y es
por esta razón que el apóstol Pablo se lo dice con tanta precisión a su amado
Timoteo. Esta advertencia nos invita a desconfiar hasta de nosotros mismos.
¿Es que acaso nuestro corazón nos puede engañar? Por
cierto que sí: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso;
¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).
Ciertamente que todos tenemos un manantial de
perversidades que quiere brotar y gobernar nuestra voluntad. Es la constante petición
de la primitiva naturaleza que reclama su antiguo lugar. Es el grito incesante
del viejo hombre que eleva su rebelión en contra de Dios. Es la ley del pecado
ante la cual debemos dar la lucha diaria y constante (Romanos 7:7-25).
Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó que lo que contamina
al hombre no es lo que entra, sino lo que sale de él (Mateo 15:11). Es la
triste y cruda realidad de nuestra naturaleza caída. No podemos confiar ni en
nosotros mismos. Debemos erradicar de nuestro lenguaje aquel concepto de
subjetivismo nocivo en nuestras iglesias. Las famosas expresiones: “Yo pienso,
yo creo o yo siento que debería hacerse esto o aquello...” deben ser
urgentemente reemplazadas por “Escrito está” o “El Señor dice en su
Palabra...”.
Existen tres enemigos de los creyentes en Cristo. El
diablo, el mundo y nosotros mismos. Es por esta razón, la imperiosa necesidad
de menguar más y más para que Cristo crezca en nosotros. Que sea Él quien hable
a través de nosotros y que sea Él quien gobierne nuestra voluntad.
Dios nos ayude a estar atentos, cual guardia de
prisiones, vigilando, observando y analizando nuestra propia vida, porque el
peligro, muchas veces esta en nosotros mismos.
“Gracia y Paz”
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