Deuteronomio
8:18-20
“Acuérdate de
Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de
confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día. Mas si llegares a
olvidarte de Jehová tu Dios y anduvieres en pos de dioses ajenos, y les
sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de
cierto pereceréis. Como las naciones que Jehová destruirá delante de vosotros,
así pereceréis, por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios”.
Por medio de
Moisés, Dios instruyó al pueblo de Israel acerca de todo lo que ellos tenían
que hacer para cumplir su parte en el pacto que habían acordado con él. Después
de darles los Diez Mandamientos y otros principios y reglas que debían seguir,
en este pasaje Dios les habla acerca de las riquezas. Conociendo la naturaleza
humana, egoísta y ambiciosa, el Señor les dice que él les daría “el poder para
hacer las riquezas” con el fin de que llevaran a cabo los planes establecidos
en el pacto, pero les advierte que si llegaran a olvidarse de él y anduvieren
en pos de dioses ajenos, de cierto perecerían.
Han transcurrido
más de 3,000 años de esa declaración, pero aun en nuestros tiempos esta
advertencia de Dios está vigente para sus hijos. Dios espera responsabilidad de
nuestra parte en el uso de los bienes materiales que recibimos de él. Él
considera el dinero como un instrumento que debe ser usado para el bien de
nuestras familias, de aquellos que nos rodean, de los necesitados, y para la
expansión de su reino. Este principio es totalmente opuesto al concepto que
prevalece en el mundo. Por regla general la gente, en lugar de pensar en el
dinero como un medio para llevar a cabo los planes de Dios en sus vidas, lo
sitúan en un plano predominante y muchos llegan a considerarlo como un ídolo,
amándolo y deseándolo sobre todas las demás cosas.
La tentación de
amar el dinero es sumamente fuerte. La sociedad actual está saturada de un
sentimiento de avaricia y ambición por las cosas materiales. Esto crea las
circunstancias para que el ser humano llegue a sentir amor por el dinero, pues
con el dinero puede conseguir todas las cosas materiales que desea. La Biblia nos alerta acerca de
este sentimiento en 1 Timoteo 6:10. Allí dice: “Porque raíz de todos los males
es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y
fueron traspasados de muchos dolores”. Es importante notar que este versículo
no dice que “la raíz de todos los males es el dinero”, sino “el amor al dinero”.
De hecho, es perfectamente aceptable ganar una gran cantidad de dinero mientras
éste no afecte negativamente tu relación personal con el Señor o tu servicio a
él. Dios quiere que te enfoques más en tu crecimiento espiritual que en el
crecimiento de tu cuenta bancaria.
En Mateo
22:37-38 Jesús resume este concepto con estas palabras: “Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el
primero y grande mandamiento”. No debe haber nada más importante en la vida de
un ser humano que pensar en Dios, amar a Dios, adorarle y agradarle en todo.
Nada debe ocupar este primer lugar en tu corazón. Cuando se trata del dinero es
aún peor, pues el amor a él es “la raíz de todos los males”, es decir este
pecado dará lugar a muchos otros pecados con sus correspondientes malas
consecuencias.
Piensa en esta
simple pregunta: ¿Qué consume más energía y pensamientos en tu vida, la
búsqueda de dinero o la búsqueda del Señor? La respuesta a esta pregunta te
dirá si tu punto de vista acerca de las riquezas está conforme al corazón de
Dios. Si antes que cualquier otra cosa, tú buscas el rostro del Señor cada día
de tu vida, él suplirá todas las cosas materiales que tú necesitas. Eso dice Mateo
6:33: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas
os serán añadidas”.
Escucha lo que
Dios quiere decirte sobre el dinero y su uso, y pon en práctica los principios
financieros de su reino. Si tú pones al Señor en primer lugar en tu vida, por
encima de cualquier otra cosa, puedes tener la absoluta seguridad de que él te
bendecirá en gran manera y suplirá todas tus necesidades.
ORACIÓN:
Padre mío, yo
deseo que mi vida sea un ejemplo de honestidad y fidelidad hacia ti. Ayúdame a
tener en cuenta tus enseñanzas al tomar decisiones en relación al dinero, de
manera que mi fin principal sea honrar y glorificar tu santo nombre. Te lo pido
en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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