Marcos 4:35-41
“Ese mismo día,
al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: Pasemos al otro lado.
Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba. También
otras barcas lo acompañaron. Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y
de tal manera las olas azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse. Jesús
estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron:
¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar? Jesús se levantó y
reprendió al viento, y dijo a las aguas: ¡Silencio! ¡A callar! Y el viento se
calmó, y todo quedó en completa calma. A sus discípulos les dijo: ¿Por qué
tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe? Ellos estaban muy asustados, y
se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo
obedecen?”.
Este pasaje nos
habla acerca de una difícil situación que se presentó inesperadamente en la
vida de los discípulos de Jesús. Navegaban ellos por el mar de Galilea cuando
de repente se levantó una gran tempestad de manera que las olas amenazaban con
hundir la barca. Mientras tanto Jesús se había retirado a un extremo de la
barca, y dormía plácidamente. Los discípulos, aparentemente muy atemorizados,
despertaron al Señor y le dijeron: “¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos
por naufragar?”.
Lucas nos cuenta
de otra ocasión en la que Jesús había llegado a visitar a dos hermanas (Marta y
María), a las cuales el Señor amaba de una manera especial. María se sentó a
los pies de Jesús y oía su palabra. Pero Marta, “que estaba ocupada con muchos
quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana
me deje trabajar sola? ¡Dile que me ayude!” (Lucas 10:40).
Dos situaciones
muy diferentes, pero tanto en una como en la otra la pregunta implica duda,
desconfianza, inseguridad en el amor y el cuidado de Jesús hacia ellos, y hasta
un cierto reproche. Ambas preguntas fueron hechas por personas que conocían a
Jesús, que lo habían visto hacer milagros, que amaban al Señor y que sabían que
él también les amaba. Todos ellos estaban esperando que Jesús interviniese para
suplir sus necesidades, o resolver sus problemas, o aliviar sus ansiedades.
Cuando les pareció que él estaba ignorando su situación añadieron un elemento
de exasperación: “¿No te importa…?”
En ambos casos,
Jesús respondió amablemente y con amor, y sobretodo con una enseñanza. En el
primero, mandó al viento a que se calmara, y después animó a sus discípulos
diciéndoles: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?” Si el
Señor estaba con ellos, ¿por qué temían? Sólo tenían que confiar en él. ¿Acaso
él no les había dicho: “Pasemos al otro lado”?. Y a la afanosa Marta la calmó
diciéndole: “Marta, Marta, estás preocupada y aturdida con muchas cosas. Pero
una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la
quitará” (Lucas 10:41-42). “La mejor parte” es precisamente buscar una comunión
con él en todo momento. Todo lo demás debe ocupar un lugar secundario en
nuestras vidas.
Cuando estamos
pasando por una prueba y nos sentimos abrumados por las circunstancias, a
menudo pensamos que a Dios no le importa nuestra situación, o que quizás no le
ha dado la importancia que “en realidad” tiene, y por eso está “tardando tanto”
en resolver nuestro problema. Pero, piensa en lo siguiente: ¿Crees que aquel
que nos ama de tal manera que entregó a su único Hijo por nuestra salvación,
quien nos ha enseñado a llamarle Padre, quien siempre nos protege de todo mal,
aquel que es nuestro constante proveedor, no va a importarle nuestra situación?.
Con seguridad, él está trabajando para fortalecer tu fe, o para cambiar algo
que no está bien en tu vida. Y al final vas a disfrutar de una linda victoria.
Ciertamente Dios
tiene cuidado de sus hijos. Acércate a él confiadamente, echa sobre él toda tu
ansiedad, y espera en él. A su debido tiempo te llegará su respuesta. El
apóstol Pedro lo entendió por experiencia propia. Por eso escribió: “Humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1
Pedro 5:6-7).
ORACIÓN:
Padre santo, te
pido perdón porque muchas veces he pensado que mis problemas no te importan.
Ahora entiendo que verdaderamente cuidas de mí a pesar de que no lo merezco.
Ayúdame a confiar y a esperar en ti siempre. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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