Salmo 25:4-5
“Muéstrame, oh
Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame,
porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”.
Una vez hemos
tomado la decisión de esperar en el Señor, debemos ser muy cuidadosos, pues el
enemigo puede atacarnos, especialmente en estas áreas:
La primera es la
tentación de volver atrás, y de nuevo enfrascarnos en la tarea de llevar a cabo
nuestros propios planes. Esto nos llevaría en una dirección que está fuera de
la voluntad de Dios para nuestras vidas, y por lo tanto nos alejaría de las
bendiciones que el Señor ha preparado para nosotros al final del camino.
También hay
ocasiones en las que, aun siguiendo el camino señalado por Dios, podemos
cometer el error de ser impacientes. La impaciencia puede hacer que nos
adelantemos al perfecto tiempo del Señor, y de esta manera interferir en sus
planes. Dios pudo haber destruido las murallas de Jericó en un instante si
hubiese querido, pero decidió hacerlo en siete días, después que el pueblo de
Israel siguió sus instrucciones. Al séptimo día las murallas cayeron y Dios les
entregó la ciudad de Jericó tal y como él lo había planeado (Josué capítulo 6).
¿Qué hubiera sucedido si Josué se impacienta y decide llevar a cabo el quinto
día las instrucciones del séptimo día? Realmente no sabemos qué hubiera
sucedido, sin embargo sí podemos saber lo que no hubiera sucedido. Con toda
seguridad los planes de Dios no se hubieran llevado a cabo.
La inseguridad o
el temor también pueden hacernos fallar y echar por el suelo los preciosos
planes de Dios para nuestras vidas. Por eso debemos rechazar estos sentimientos
en el nombre de Jesús. Cuando los israelitas llegaron frente a la Tierra Prometida ,
después de atravesar el desierto, Moisés, por orden de Dios, envió doce hombres
a reconocer la tierra. A su regreso, diez de los doce espías dieron un informe
totalmente negativo. Su temor y la inseguridad que sentían les hicieron verse a
sí mismos como langostas delante de los habitantes de aquella tierra. De esta
manera se expresaron frente al pueblo de Israel, transmitiendo a ellos el miedo
que sentían de seguir adelante. Este fue el primer paso hacia la desgracia que
cayó después sobre este pueblo.
Otra área
sensible es la presión de otras personas. La gente tiende a tratar de imponer
sus opiniones sobre nosotros, y a veces nos resulta difícil resistir. “Esta es
la decisión correcta”, suelen decir. O “tengo la absoluta seguridad que esto es
lo que debes hacer”. Sin embargo, por mucha lógica que parezca tener estos
consejos, es la opinión de Dios la que debe prevalecer siempre. ¿Significa esto
que no debemos escuchar los consejos de personas maduras espiritualmente? No,
pero no debemos marchar adelante movidos por esos consejos hasta que tengamos
confirmación del Señor. Los israelitas hicieron caso a aquellos hombres en
lugar de mantenerse firmes en continuar adelante con el plan que Dios les había
indicado por medio de Moisés. Resultado: ninguno de ellos pudo disfrutar de las
bendiciones que el Señor tenía preparadas en la Tierra Prometida.
Tiempo después, por medio del profeta Isaías, Dios le dijo a este pueblo
rebelde: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz
como un río, y tu justicia como las ondas del mar” (Isaías 48:18).
El rey David
pasó por difíciles experiencias en su vida. En muchos de sus salmos mostró su
impaciencia con Dios, clamando que lo librara de sus enemigos, y exigiendo que
los destruyera inmediatamente. Con el tiempo, David aprendió a reconocer y a
esperar el tiempo del Señor, y siendo un anciano escribió este valioso consejo
que puede sernos de gran utilidad: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él”
(Salmo 37:7).
Si deseas
disfrutar plenamente de las preciosas bendiciones que Dios tiene preparadas
para ti, continúa esperando en él, y buscando cada día su dirección y el camino
que debes seguir. Persiste en la oración y la lectura de la Palabra y el Señor te
mostrará su camino.
ORACIÓN:
Mi amante Padre
celestial, te ruego me reveles con absoluta claridad tus planes para mi vida, y
me muestres el camino que tú deseas que yo siga. Por favor, dame la fuerza y el
valor para obedecerte siempre y ayúdame a esperar en ti confiadamente. Te lo
pido en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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