Santiago 4:13-14
(Vosotros decís:) Hoy y mañana
iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos;
cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente
es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”.
Su sueño se había hecho realidad:
había firmado un contrato que lo hacía propietario, durante 99 años, de las dos
majestuosas torres del World Trade Center en Nueva York. Esa transacción
marcaba el apogeo de la vida de este adinerado promotor. Seis semanas más
tarde, el 11 de septiembre de 2001, el ataque terrorista redujo las
prestigiosas torres a un puñado de chapas torcidas y escombros, sepultando a
unas 3,000 personas.
Sí, ante una tragedia de tal
magnitud, ¿quién se atrevería a negar la precariedad de los planes que hacemos
y la fragilidad de la vida de todo hombre? Para subrayar su brevedad, la Biblia emplea imágenes muy
evocadoras: el vapor, la sombra, la flor del campo… El hombre también es
comparado a un peregrino, a un extranjero en la tierra. Y si amontonar riquezas
es el único objetivo de su vida, es comparado con un insensato (Lucas
12:16-21).
No nos confundamos en el
objetivo, sepamos invertir en los valores seguros. La vida terrenal es
solamente la primera parte de la vida, pues la segunda parte tendrá lugar en la
eternidad. Dios ofrece a todos la posibilidad de asegurarse un futuro que los
colmará en el más allá. Ese futuro se decide en la tierra. No se necesita
talento, riquezas ni suerte. Lo único necesario es echar mano del don gratuito
de Dios.
“Gracia y Paz”
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