Efesios 3:8-10
“A mí, que soy menos que el más
pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los
gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a
todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios,
que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora
dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los
lugares celestiales”.
Leslie Weatherhead, conocido
teólogo y predicador inglés del siglo pasado, narra una conversación que
sostuvo con un joven estudiante que había decidido ingresar en el ministerio de
la iglesia. Le preguntó cuando se había sentido movido a tomar esa decisión. El
muchacho respondió que después de un servicio en la capilla de la escuela.
Weatherhead le preguntó quién había sido el predicador, y el joven respondió
que no tenía idea de quien fue; sólo sabía que Jesucristo le había hablado esa
mañana. Esa fue una verdadera predicación, pues el que sirve a Cristo, nunca
debe constituirse en el centro de las miradas, sino debe hacer que las miradas
se dirijan al Señor.
En el pasaje de hoy el apóstol
Pablo les dice a los efesios que a él le ha sido dada la gracia de “anunciar
entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. Pero
Pablo no se enorgullecía de haber recibido este privilegio, al contrario, se
sentía movido a una profunda humildad. Por eso dice: “Soy menos que el más
pequeño de todos los santos”. Lamentablemente esta cualidad va resultando cada
vez más difícil de encontrar entre los predicadores, pastores o líderes
cristianos en los tiempos actuales. Los que más abundan son aquellos que,
envanecidos y llenos de orgullo, modifican la verdad de las Sagradas Escrituras
con el fin de predicar sutilmente sus propias ideas y conclusiones o aquellas
que ellos piensan van a ser mejor recibidas por la audiencia.
El verdadero líder es imitador de
Cristo en todo: sus pensamientos, sus palabras, sus acciones, todo lo que hace
va encaminado a darle la gloria a Dios. Este era el objetivo principal en la
vida de Pablo. Por eso, con toda autoridad, él exhortó a los corintios de la
siguiente manera: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios
11:1). Un líder confiable siempre hablará conforme a lo que dice la Biblia , que es la Palabra de Dios y nos
muestra claramente su voluntad; mostrará a todos el único camino, la verdad y
la vida, que es Cristo Jesús, y no hablará de sí mismo. Un pastor que actúe de
esta manera no tiene que preocuparse por decir sus “buenas cualidades” pues el
Espíritu Santo se encargará de hacerlo saber a todos.
Algo que debemos entender es que
ningún ser humano está capacitado para ser este tipo de líder. Hay personas que
poseen el arte de hablar con elocuencia, y son capaces de persuadir a
multitudes a seguir en una cierta dirección. Sin embargo esto no los hace el
tipo de líder que puede servir a Dios de la manera que él espera. Es necesario
que sea el Espíritu Santo quien guíe a esa persona. El Espíritu Santo es
nuestro Consolador, nuestro Maestro, nuestro Consejero y nuestro Guía. En Juan
14:26, poco tiempo antes de su partida, Jesús dijo a sus discípulos: “El
Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os
enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. El poder
del Espíritu Santo está a nuestra disposición de la misma manera que estuvo a
la disposición de aquellos primeros discípulos que predicaron la sana doctrina
del evangelio de Cristo. Ese poder nos ayuda a discernir la voluntad de Dios,
nos da fuerza y valor para obedecerla y nos capacita para predicar con denuedo
la palabra de Dios, si decidimos ser humildes y dejarnos guiar por él.
Es nuestra responsabilidad
desarrollar una íntima comunión con Dios por medio de la lectura de la Biblia y la oración
diariamente, de manera que el Espíritu Santo tome control de nuestras vidas.
ORACIÓN:
Amante Padre celestial, yo anhelo
ser un instrumento en tus manos y servirte de manera que tu nombre sea siempre
glorificado. Te ruego me capacites por medio de tu Santo Espíritu para poder
ser ese siervo humilde y útil que tú deseas. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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