Juan 16:23-27
“De cierto os digo, que todo
cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará… pedid, y recibiréis, para
que vuestro gozo sea cumplido… pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me
habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios”.
En Juan 16, el Señor anunció a
sus discípulos que iba a dejarlos para regresar al cielo después de haber dado
su vida en sacrificio por nuestra salvación. Como es comprensible, la tristeza
llenó el corazón de los discípulos cuando se dieron cuenta de que iban a
quedarse solos en la tierra. Fue entonces cuando el Señor les reveló los recursos
de la oración. Como esta promesa concerniría igualmente a todos los creyentes,
salvos por haber creído en el Señor Jesús, nos fue transmitida mediante la Palabra de Dios.
¡Es una promesa extraordinaria!
Estemos en donde estemos, sea cual sea nuestra situación, podemos pedir a
nuestro Padre celestial que nos ayude, que nos enseñe el camino y que nos dé
una salida. Cuando oramos en el “nombre” de Jesús, es como si dijésemos a Dios:
«Vengo a pedirte esto de parte del Señor Jesús». Esto supone, por supuesto, que
él hubiese podido hacerlo en nuestro lugar, es decir, que nuestra petición sea
de acuerdo con su voluntad. ¡Qué seguridad nos da esto para acercarnos a
nuestro Dios! Él nos escucha, así como escuchaba a Jesús cuando estaba en la
tierra. Jesús dijo: “Yo sabía que siempre me oyes” (Juan 11:42).
¡Tengamos plena confianza en la
misericordia de nuestro Padre, quien llenará nuestro corazón de paz y alegría!
De este modo no olvidaremos darle las gracias.
“Gracia y Paz”
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