Hebreos 12:1-2a
“Por tanto, nosotros también,
teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo
peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”.
La vida es una carrera que
comienza al nacer y dura un cierto número de años. ¿Cuántos? Sólo Dios lo sabe.
Ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo falta para el final de su propia
carrera, pero de algo si podemos estar seguros: invariablemente ese final
llegará. El pasaje de hoy nos habla de esa “carrera que tenemos por delante”, y
nos indica cómo debemos correrla. Dice que la “corramos con paciencia”. La
palabra griega que se utiliza aquí para definir paciencia significa
“persistencia firme”. No se trata, pues, de la paciencia que se sienta y acepta
las cosas resignadamente; se trata de una paciencia activa, dominante, que
soporta todo pero no se detiene, sino que marcha adelante con firmeza, hacia la
meta, con absoluta certeza en la victoria.
Esta es la manera de vivir una
vida victoriosa, pero ¿podemos hacerlo por nosotros mismos? Imposible. ¿Cómo
entonces? Poniendo “los ojos en Jesús, autor y consumador de la fe”. Poner los
ojos en Jesús es hacerlo a él el foco central de nuestras vidas. Es mirarlo a
él y no a las circunstancias que nos rodean. Claro que esto es más fácil
decirlo que hacerlo. Se requiere una preparación especial para lograr este
nivel espiritual. En su carta a los Corintios, el apóstol Pablo escribe: “¿No
sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno
solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que
lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona
corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Corintios 9:24, 25).
Se nos exhorta a prepararnos
espiritualmente de la misma manera que el atleta que quiere ganar la medalla de
oro se prepara físicamente. Esto implica abstenernos de ciertas cosas que
afectan nuestra vida espiritual. Implica dedicación, perseverancia,
persistencia firme. Implica una buena alimentación espiritual diaria que sólo
podemos obtener de la lectura de la
Biblia y la oración. Implica aplicar esta palabra a nuestras
vidas de manera que produzca cambios internos que otros puedan ver
externamente. Implica una comunión con nuestro Señor y una búsqueda constante
de su presencia, pues solos no podemos, como dice Jesús en Juan 15:5: “Yo soy
la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.
Nuestras intenciones pueden ser
muy buenas, pero llevarlas a cabo requiere la ayuda del Señor. Él es quien nos
capacita, nos da la fuerza, la sabiduría, el valor y la persistencia para
correr esta carrera exitosamente. Separados de él, dice Jesús, nada podemos
hacer, y cuando hemos tratado por nosotros mismos, hemos sufrido muchas caídas
y golpes, algunos muy dolorosos. Sólo una profunda comunión con Dios garantiza
una victoria al final de la carrera.
Cuando el famoso cantante y actor
americano Frank Sinatra llegó al final de su carrera, después de una larga vida
de fama, riquezas y placeres de todo tipo, sus últimas palabras fueron: “I’m
losing” (“Estoy perdiendo”). Unos segundos después cerró sus ojos para siempre.
Bien pudo entonces haber conjugado el verbo en pasado: “Yo perdí.” Por otro
lado, el apóstol Pablo describió así su carrera: “He peleado la buena batalla, he
acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona
de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a
mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:7-8). Dos
carreras diferentes, dos maneras diferentes de correrlas, dos finales
diferentes. Uno terminó en derrota, el otro en victoria.
Ojalá cada uno de nosotros, al
llegar al final de la carrera, pueda proclamar con gozo la victoria de la misma
manera que lo hizo Pablo. Pero eso depende de cómo corramos nuestra carrera.
Eso depende de la decisión de cada uno de nosotros de aplicar esta enseñanza a
nuestras vidas.
ORACIÓN:
Padre santo, confieso delante de
ti que soy totalmente incapaz de correr mi carrera con éxito, si no es con el
poder y la dirección de tu Santo Espíritu. Por favor capacítame para mantener
mis ojos fijos en Jesús, haciéndolo el Señor de mi vida. En su santo nombre te
lo pido, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios Te Habla
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