martes, 21 de mayo de 2013

¿CÓMO ESTÁS CORRIENDO TU CARRERA?



Hebreos 12:1-2a
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”.

La vida es una carrera que comienza al nacer y dura un cierto número de años. ¿Cuántos? Sólo Dios lo sabe. Ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo falta para el final de su propia carrera, pero de algo si podemos estar seguros: invariablemente ese final llegará. El pasaje de hoy nos habla de esa “carrera que tenemos por delante”, y nos indica cómo debemos correrla. Dice que la “corramos con paciencia”. La palabra griega que se utiliza aquí para definir paciencia significa “persistencia firme”. No se trata, pues, de la paciencia que se sienta y acepta las cosas resignadamente; se trata de una paciencia activa, dominante, que soporta todo pero no se detiene, sino que marcha adelante con firmeza, hacia la meta, con absoluta certeza en la victoria.

Esta es la manera de vivir una vida victoriosa, pero ¿podemos hacerlo por nosotros mismos? Imposible. ¿Cómo entonces? Poniendo “los ojos en Jesús, autor y consumador de la fe”. Poner los ojos en Jesús es hacerlo a él el foco central de nuestras vidas. Es mirarlo a él y no a las circunstancias que nos rodean. Claro que esto es más fácil decirlo que hacerlo. Se requiere una preparación especial para lograr este nivel espiritual. En su carta a los Corintios, el apóstol Pablo escribe: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Corintios 9:24, 25).

Se nos exhorta a prepararnos espiritualmente de la misma manera que el atleta que quiere ganar la medalla de oro se prepara físicamente. Esto implica abstenernos de ciertas cosas que afectan nuestra vida espiritual. Implica dedicación, perseverancia, persistencia firme. Implica una buena alimentación espiritual diaria que sólo podemos obtener de la lectura de la Biblia y la oración. Implica aplicar esta palabra a nuestras vidas de manera que produzca cambios internos que otros puedan ver externamente. Implica una comunión con nuestro Señor y una búsqueda constante de su presencia, pues solos no podemos, como dice Jesús en Juan 15:5: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

Nuestras intenciones pueden ser muy buenas, pero llevarlas a cabo requiere la ayuda del Señor. Él es quien nos capacita, nos da la fuerza, la sabiduría, el valor y la persistencia para correr esta carrera exitosamente. Separados de él, dice Jesús, nada podemos hacer, y cuando hemos tratado por nosotros mismos, hemos sufrido muchas caídas y golpes, algunos muy dolorosos. Sólo una profunda comunión con Dios garantiza una victoria al final de la carrera.

Cuando el famoso cantante y actor americano Frank Sinatra llegó al final de su carrera, después de una larga vida de fama, riquezas y placeres de todo tipo, sus últimas palabras fueron: “I’m losing” (“Estoy perdiendo”). Unos segundos después cerró sus ojos para siempre. Bien pudo entonces haber conjugado el verbo en pasado: “Yo perdí.” Por otro lado, el apóstol Pablo describió así su carrera: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:7-8). Dos carreras diferentes, dos maneras diferentes de correrlas, dos finales diferentes. Uno terminó en derrota, el otro en victoria.

Ojalá cada uno de nosotros, al llegar al final de la carrera, pueda proclamar con gozo la victoria de la misma manera que lo hizo Pablo. Pero eso depende de cómo corramos nuestra carrera. Eso depende de la decisión de cada uno de nosotros de aplicar esta enseñanza a nuestras vidas.

ORACIÓN:
Padre santo, confieso delante de ti que soy totalmente incapaz de correr mi carrera con éxito, si no es con el poder y la dirección de tu Santo Espíritu. Por favor capacítame para mantener mis ojos fijos en Jesús, haciéndolo el Señor de mi vida. En su santo nombre te lo pido, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios Te Habla


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