Josué 3:11-16
“He aquí, el arca del pacto del
Señor de toda la tierra pasará delante de vosotros en medio del Jordán. Tomad,
pues, ahora doce hombres de las tribus de Israel, uno de cada tribu. Y cuando
las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Jehová, Señor
de toda la tierra, se asienten en las aguas del Jordán, las aguas del Jordán se
dividirán; porque las aguas que vienen de arriba se detendrán en un montón. Y
aconteció cuando partió el pueblo de sus tiendas para pasar el Jordán, con los
sacerdotes delante del pueblo llevando el arca del pacto, cuando los que
llevaban el arca entraron en el Jordán, y los pies de los sacerdotes que
llevaban el arca fueron mojados a la orilla del agua (porque el Jordán suele
desbordarse por todas sus orillas todo el tiempo de la siega), las aguas que
venían de arriba se detuvieron como en un montón bien lejos de la ciudad de
Adam, que está al lado de Saretán, y las que descendían al mar del Arabá, al
Mar Salado, se acabaron, y fueron divididas; y el pueblo pasó en dirección de
Jericó”.
El pueblo de Israel, bajo la
dirección de Josué, finalmente estaba muy cerca de la anhelada tierra
prometida. Sólo necesitaban cruzar el río Jordán y tomar posesión de “todo
lugar que pisare la planta de sus pies”, según le había prometido el Señor a
Josué (Josué 1:3). Sin embargo existía todavía un gran obstáculo, pues el
Jordán era un río muy caudaloso y nada fácil de cruzar a pie. Pero lo que es
imposible para los hombres es posible para Dios. El Señor le promete a Josué
que las aguas del Jordán se dividirían, y ellos podrían pasar al otro lado de
la misma manera que cruzaron el Mar Rojo después que salieron de Egipto. Y al
igual que en aquella ocasión Dios le dijo a Moisés que extendiera su vara sobre
el mar y entonces las aguas se dividieron, ahora le dice a Josué que cuando los
pies de los sacerdotes que llevan el arca de Jehová pisen las aguas del Jordán,
estas se dividirían. Y cuando “los pies de los sacerdotes que llevaban el arca
fueron mojados a la orilla del agua, las aguas fueron divididas, y el pueblo
pasó en dirección de Jericó”. No hay duda de que tanto en una situación como en
la otra fue el poder de Dios el que hizo el milagro, pero en ambas ocasiones se
requirió que alguien diera un paso al frente.
Al frente de algunos edificios
gubernamentales hay una puerta de entrada que se abre automáticamente. Al
entrar al edificio se encuentra otra puerta a varios pies de la primera. Por
razones de seguridad, la segunda puerta no se abre hasta que la primera se ha
cerrado completamente. O sea, después de pasar por la primera puerta, para que
esta se cierre totalmente es necesario dar un paso hacia el frente y entonces
la segunda puerta se abre. Mientras la persona permanece en la primera puerta,
la segunda no se abre. El plan de Dios en nuestras vidas se desarrolla de
manera similar a estas puertas automáticas. El Señor no permitirá que la
próxima puerta de tu vida se abra mientras tú no te muevas de la primera. El
espera que marches adelante, que dejes atrás tu pasado y que, por fe, te
extiendas hacia el futuro.
Habiendo entendido perfectamente
este concepto, así dijo el apóstol Pablo a los filipenses: “Hermanos, yo mismo
no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo
que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
Como creyentes y seguidores de Cristo, tenemos que marchar hacia adelante pues
no está en los planes de Dios que nos quedemos estancados en un punto de
nuestras vidas. Él nos ha llamado a salvación para que pasemos la eternidad
junto a él. Sin duda encontraremos obstáculos en el camino, pero debemos rechazar
todo temor y seguir hacia la meta.
Quizás en estos momentos te
encuentres en una situación en la que debes tomar una decisión. Si has estado
orando en busca de la dirección de Dios, y has sentido en tu corazón que debes
dirigirte en un cierto sentido, da un paso al frente en el nombre del Señor. Tu
Padre celestial quiere bendecirte y que disfrutes de la tierra prometida que él
tiene para ti. Sólo tienes que tener fe, esforzarte y marchar adelante. Una vez
lo hagas, verás la mano de Dios abriendo puertas delante de ti.
ORACIÓN:
Padre santo, te ruego quites de
mí todo temor, y aumentes mi fe para marchar adelante confiando en que tú me
llevarás a ese precioso lugar que has preparado para mí. En el nombre de Jesús,
Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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