2 Crónicas 20:1-13
“Pasadas estas cosas, aconteció
que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos otros de los amonitas, vinieron
contra Josafat a la guerra. Y acudieron algunos y dieron aviso a Josafat,
diciendo: Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria;
y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadi. Entonces él tuvo temor; y
Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo
Judá. Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová: y también de
todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová. Entonces Josafat se
puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehová,
delante del atrio nuevo; Y dijo: Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú
Dios en los cielos, y te tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones?
¿no está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? Dios
nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo
Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre? Y ellos
han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre,
diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o
hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti, (porque tu
nombre está en esta casa,) y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti,
y tú nos oirás y salvarás. Ahora, pues, he aquí los hijos de Amón y de Moab, y
los del monte de Seir, a cuya tierra no quisiste que pasase Israel cuando venía
de la tierra de Egipto, sino que se apartase de ellos, y no los destruyese; He
aquí ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste
en posesión. ¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú? porque en nosotros no hay
fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros: no sabemos que
hacer, y a ti volvemos nuestros ojos. Y todo Judá estaba en pie delante de
Jehová, con sus niños y sus mujeres, y sus hijos”.
El énfasis cultural en el “yo”
personal ha generado una crisis en cuanto a la oración. Muchos creyentes se
enfocan en un problema o en lo que creen que puede ser su solución, en vez de
hacer de Dios el centro de su atención. Segunda de Crónicas 20 nos enseña una
manera mejor de actuar.
El rey Josafat enfrentaba una
grave situación: “una gran multitud” se acercaba rápidamente para destronarlo.
Si él se hubiera puesto a retorcerse nerviosamente las manos y a llorar con
desesperación en vez de concentrarse en Dios y su ayuda, Jerusalén hubiera sido
destruida como era el propósito de los moabitas y los amonitas.
Por medio de las palabras de su
poderoso ruego, Josafat reveló su firme convicción de que ningún problema —ni
siquiera los devastadores ejércitos que se acercaban velozmente— era mayor que
el Señor del universo. El ejército israelita no podía hacer nada contra esa
violenta arremetida, pero el rey se negó a sucumbir a su temor y desesperación
iniciales. “A ti volvemos nuestros ojos”, afirmó. En otras palabras: “Sabemos
que tienes un plan, y estamos esperando ver lo que harás”. Buscar la voluntad
del Señor y su manera de hacer las cosas, que es la mejor, es una prioridad
para quienes quieran resolver los problemas por medio de la oración.
Dios no quiere que oremos
esporádicamente, diciéndole: “Señor, te ruego que resuelvas mi problema.
¡Amén!”, para después ocuparnos de los asuntos del día. Si el Señor va a
resolver alguno de nuestros problemas, debemos tener abiertos nuestros oídos,
mentes y corazones para obedecer a su respuesta.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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