Salmo 37:7
"Guarda silencio ante
Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino,
por el hombre que hace maldades".
“¡No te quedes ahí parado, haz
algo!” Este es un llamado a la acción muy común en este mundo en que vivimos.
Sin embargo, existe un peligro muy grande cuando tratamos de aplicar esta
manera de pensar en una difícil situación cuya solución deseamos. Con mucha
frecuencia los creyentes actuamos, aunque no lo reconozcamos, como si Dios
necesitara de nuestra asistencia. Oramos, le pedimos su ayuda e inmediatamente
comenzamos a obrar como si estuviésemos seguros de conocer lo que Dios quiere
que hagamos. Y muchas veces discutimos y hasta entablamos una lucha con él
tratando de obtener un poco más de control sobre la solución del problema.
En algún lugar de nuestras mentes
tenemos alojado este dicho popular: “Dios dice: ayúdate que yo te ayudaré”. De
hecho, muchos cristianos creen que este consejo está en la Biblia , pero lo cierto es
que no está. Sin duda Dios espera que nos esforcemos. Recordemos cuando le dijo
varias veces a Josué: “Esfuérzate y sé valiente...” (Josué capitulo 1). Aquella
era una situación muy especial y difícil para el joven Josué, pues Dios le
estaba entregando la responsabilidad de ocupar el lugar de Moisés como líder
del pueblo de Israel, a quien debía guiar hasta la tierra prometida y tomar
posesión de ella. El esfuerzo de Josué debía estar centrado en la obediencia “a
toda la ley que mi siervo Moisés te mandó”, le dijo el Señor. Y concluyó: “No
te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en
todas las cosas que emprendas”.
Nuestro Padre celestial sabe que
no estamos capacitados para vencer en esta vida por nuestros propios esfuerzos,
sino que tenemos que depender de él para vivir una vida de victoria. Por eso
envió a su Hijo para que muriese en la cruz, porque nosotros éramos totalmente
incapaces de salvarnos y de salir de nuestra condición de pecadores. Sobre esto
escribió el apóstol Pablo en su carta a los efesios: “Y él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1).
Y mientras predicaba el evangelio en el tiempo que estuvo aquí en la tierra,
Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo
en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan
15:5).
Nuestros esfuerzos, al igual que
hizo Josué, deben estar concentrados en conocer la voluntad de Dios, y en
obedecerla. Así que cuando estemos en una situación muy difícil, lo mejor que
hacemos es recordar el consejo de Dios el cual nos dice en el Salmo 46:10:
“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. El pasaje de hoy también nos
exhorta a guardar silencio y a esperar en el Señor. Cuando asumimos esta
actitud de quietud y dependencia, podemos escuchar y aprender todo lo que
nuestro Padre celestial quiere enseñarnos. Entonces nos sometemos a su
dirección en el camino que él ha trazado.
¿Te sientes demasiado cargado y
abrumado tratando de resolver tus problemas? No te dejes guiar por los impulsos
de la carne que te mueven a actuar inmediatamente. Haz un alto, ora, y deja las
cosas en manos de Dios. Reconoce tu incapacidad y tu debilidad, guarda silencio
y estate quieto. Permite al Señor tomar el control y descubrirás las maravillas
que él tiene reservadas para ti. Él te demostrará que él es más que suficiente
para resolver todos tus problemas. Su poder se perfecciona en nuestra debilidad
(2 Corintios 12:9), cuando reconocemos que separados de él nada podemos hacer.
ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me des
discernimiento para entender en lo más profundo de mi espíritu, lo que tú
quieres que yo haga cuando me dices que esté quieto y que guarde silencio.
Ayúdame a descansar en ti, a confiar más en ti y a esperar tranquilamente en
ti. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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