Salmo 62:1, 2
“En Dios solamente está acallada
mi alma; De él viene mi salvación. El solamente es mi roca y mi salvación; Es
mi refugio, no resbalaré mucho”.
No hay duda de que una de las
cosas que menos nos gustan es esperar en fila. Llegamos a la cita del médico a
tiempo o un poco antes, para no tener que esperar. Vamos al supermercado para
comprar apenas unas cosas, y nos quedamos anclados en una fila interminable en
la caja. Y todos hemos tenido la experiencia de esperar en el vehículo para
usar un cajero automático del banco.
Cuando llevamos algo al Señor en
oración, también traemos con nosotros nuestra impaciencia. Normalmente hacemos
una petición, y esperamos la respuesta al instante. Si Dios no se pone en
acción de inmediato, muchas personas comienzan a pensar: Bien, traté de orar,
pero el Señor simplemente no hizo nada. En realidad, la oración no funciona.
¡Qué trágico! Comparemos esa
actitud con la del rey David. Cuando él tenía apenas 16 años de edad, Dios
envió al profeta Samuel a ungirlo como el rey. Pasarían dieciséis años más para
que esa promesa se cumpliera. ¿Qué hizo David durante ese tiempo? ¿Se quejaba
exigiéndole su reino? De ningún modo. David entendía que Dios era fiel. También
sabía que su Padre celestial no solo era el Dios del quién y el qué, sino
también del cuándo y el cómo. David quería tener el reinado solamente cuando el
Señor estuviera dispuesto a dárselo. Por tanto, esperó.
¿Hay algo en tu vida por lo cual te
resulta difícil mantenerte paciente? ¿Esperarás en el Señor como uno espera en
el banco, o al igual que el rey David confiarás en el tiempo de Dios? El Padre
celestial conoce cada faceta de tu situación, y su “demora” es, porque Él
quiere, en realidad, lo mejor para ti.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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