Efesios 4:29
“Ninguna palabra corrompida salga
de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de
dar gracia a los oyentes”.
Hace un tiempo, una actriz
galardonada defendió valientemente sus convicciones al irse en medio de una
ceremonia anual de entrega de premios en música. ¿El motivo? Se sentía cada vez
más molesta y decepcionada por lo que describió como «una arremetida de chistes
obscenos y de frases de mal gusto», comentarios vulgares y groseros de parte de
presentadores, artistas y anfitriones. Señaló que la velada había sido una
ofensa para todo el que tuviera una pizca de dignidad y respeto hacia sí mismo.
El vocabulario procaz era un
problema incluso en la época del apóstol Pablo. Él les recordó a los creyentes
efesios que dejaran de lado las conversaciones vulgares, corruptas,
difamatorias y obscenas (Efesios 5:4; Colosenses 3:8). Como eran expresiones de
su antigua vida (1 Corintios 6:9-11), ahora no correspondían a su nueva
identidad en Cristo. En cambio, un lenguaje sano debía caracterizarlos. Sus
palabras buenas o puras les impartirían gracia a los oyentes (Efesios 4:29). El
Espíritu Santo los ayudaría a cuidar el vocabulario, los convencería del error
de las conversaciones corruptas y los ayudaría a usar sus palabras para
beneficio de los demás (Juan 16:7-13).
Se nos llama a reflejar a Dios en
todo lo que hacemos, y esto incluye nuestras palabras. Que nuestra boca se
llene de expresiones de gratitud y de comentarios que ayuden a otros.
Las
palabras sanas fluyen de una vida renovada.
LEA: Efesios 4:25-32
“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
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