Mateo 6:6
“Mas tú, cuando ores, entra en tu
aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensará en público”.
Uno de los lugares que más
fortalece la fe del creyente es estar “a solas con Dios”. Nuestro Señor
Jesucristo nos dejó la gran enseñanza acerca de la oración y donde efectuarla
con eficacia.
Es en la soledad con nuestro Dios
cuando nos derramamos tal cual somos, depositamos toda nuestra ansiedad sobre
él y nos levantamos en su paz que sobrepasa todo entendimiento.
Cada hombre de Dios que registra
la sagrada escritura tuvo aquella cita “a solas con Dios” Observemos algunos
ejemplos:
1.
Elías
En este profeta vemos el clásico
contraste de todo creyente. Un día lo vemos enarbolando el pendón de Dios, con
vehemencia y valentía, tanto así que confronta a cuatrocientos profetas falsos
en el nombre del Señor Dios de los Ejércitos (1 Reyes 18:20-40). Al otro día lo
vemos deprimido y presa de cientos de temores y la pérdida total de la confianza
en Dios (1 Reyes 19:1-18) Lo interesante de todo este episodio, es que en esa
huida se revela la fragilidad del hombre de Dios, la confianza había sido
reemplazada por la desconfianza y la valentía por el temor. Ya no era la voz de
Dios la que lo llenaba, ahora las amenazas de la terrible Jezabel eran el feroz
rugido que invadía su alma y su mente y que lo tenía en un estado de profunda
angustia. Tal era el estado de Elías, que ya no era capaz ni de reconocer la
protección ni la provisión de Dios.
No obstante, este descenso de
Elías tenía un propósito: estar “a solas con Dios”, y es así cuando llega a una
cueva para pasar la noche. “Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche.
Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (1
Reyes 19:9). Lo extraordinario de aquel relato es la expresión de Dios al
revelar su compañía incondicionalmente fiel.
Dios no le dice ¿Qué haces ALLI?
como quién esta lejos o alejado de aquel lugar, por el contrario, el Señor le
dice “¿Qué haces AQUÍ? Elías no estaba solo, o mejor dicho, estaba “a Solas con
Dios”, y sin duda, fue el mejor momento para él. La consolación y la fuerza
solo provienen en la soledad con El Señor.
2.
David
La experiencia del propio David
no fue distinta. En un tiempo lo vemos huyendo de Saúl, lleno de pavor y
descontrol, dejando una seguidilla de consecuencias por causa de su falta de
fe. La confianza en Dios de los ejércitos, aquella que le había dado la
victoria frente al gigante filisteo, ya no lo afirmaban, ahora era un cúmulo de
temores que lo invadían y lo llevaban por una desesperada huída para finalmente
llegar derrotado a una cueva que lo acoge y lo restaura.
Es la afamada cueva de Adulam.
Aquel refugio donde no solo llega un deprimido David, sino que otros en las
mismas condiciones. Afligidos, endeudados y amargados; menesterosos de ser
escuchados, comprendidos y restaurados. Es una masa humana sin rumbo y sin
propósito.
Es ahí donde David escribe el
entrañable salmo 57: “Ten misericordia de mí, OH Dios, ten misericordia de mí;
Porque en ti ha confiado mi alma, Y en la sombra de tus alas me ampararé Hasta
que pasen los quebrantos”. Es allí donde David, al igual que Elías, experimenta
el estar “solas con Dios”
3.
Jonás
El profeta Jonás pretende huir de
la misma presencia de Dios. Decidido a desobedecer al mandato divino, emprende
un rumbo diferente al que El Señor le había indicado.
Luego de que Dios levanta una
gran tempestad permitiendo azotar a la nave en la cual iba Jonás, los hombres
que con él iban deciden echarlo al mar. Es ahí cuando aparece aquel lugar
preparado en donde el profeta se encontraría “a solas con Dios”.
El relato es hermoso. Es un gran
pez que había sido preparado por Dios para establecer el encuentro tan anhelado
por él y tan necesario para Jonás.
La mas hermosa y entrañable
oración de Jonás fue realizada desde el vientre de un gran pez que mas tarde
Dios mandó a que lo vomitase en tierra. Fue allí donde Jonás se derrama delante
de Dios y desde allí Dios extiende su infinita misericordia.
A diferencia de Elías y de David,
Jonás se reúne “a solas con Dios” no en una cueva, sino que en un lugar menos
apropiado e ilógico para nuestra mente humana, no obstante necesario para los
planes soberanos y eternos del Señor.
Constantemente Dios buscará estar
a solas con nosotros. No somos nosotros los que buscamos anhelantemente estar
“a solas con Dios”, sino que él nos anhela celosamente e intervendrá tarde o
temprano en nuestra vida para poder establecer el encuentro.
Recordemos las palabras del Señor
Jesucristo cuando decía: “... tu Padre
que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto...” Mateo 6:6. Dios no
solo es omnipresente, sino que además es omnisciente. El no solo esta en lo
secreto, sino que además ve en lo secreto. Conoce todo nuestra vida y esta en
todas partes. En donde le honremos y aún donde a causa del pecado le
deshonremos, el nos mira. Nos podemos ocultar de los hombres, pero de Dios
jamás.
Nuestra naturaleza pecaminosa
tiene aquel sello absurdo de pretender huir y escaparse de la presencia de
Dios. Desde Adán, el hombre busca ocultarse de su Creador, pero todo ese
intento es inútil. El salmista decía: “¿A
dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” Salmos 139: 7.
Los infructuosos intentos de huir
de Dios quedan al descubierto en las sagradas escrituras. No solo Elías, David
y Jonás intentaron escapar de Dios y de salvar su vida, sino que cada uno de
los creyentes tiene tarde o temprano, de una u otra manera, esta misma
experiencia. No obstante, el destino de esta obstinada huída tendrá su único
fin, encontrase “a solas con Dios”.
Amados hermanos, Dios nos tiene
en su mano potente y poderosa de la cual nadie ni nada nos podrá apartar. Si su
condición actual es de una constante huida al llamado de Dios, a las
responsabilidades en la iglesia y su testimonio esta siendo deteriorado, sepa
pues que si Ud. es un legítimo creyente, El Señor intervendrá tal cual como lo
hizo con Elías, David o Jonás, tal vez de la manera menos esperada, a fin de
que se establezca aquel necesario e inevitable encuentro “a solas con Dios”.
Que así sea, Amen.
“Gracia y Misericordia”
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