Mi consejo a las parejas jóvenes
es simplemente éste: No permitan que la posibilidad del divorcio entre en sus
pensamientos. Incluso en momentos de gran conflicto y desaliento, el divorcio
no es la solución. Sólo sustituye una nueva serie de sufrimientos por los que
quedan atrás.
Guarden su relación de la erosión
como si estuvieran defendiendo sus propias vidas. Sí, ustedes pueden lograrlo
juntos. No sólo podrán sobrevivir, sino que podrán mantener su amor vivo si le
dan prioridad en su sistema de valores.
Cualquiera de los siguientes
males puede destruir su relación si les dan lugar en sus vidas:
1.
El exceso de trabajo o compromisos y el agotamiento físico. Cuidado con
este peligro. Es especialmente insidioso en las parejas jóvenes que están
tratando de comenzar en una profesión o todavía están estudiando. No traten de
estudiar, de trabajar a tiempo completo, de tener un bebé, de manejar a un niño
pequeño, de hacer reparaciones en la casa, y de comenzar un negocio, todo al
mismo tiempo. Suena ridículo, pero muchas parejas jóvenes hacen exactamente eso
y luego se sorprenden cuando su matrimonio se viene abajo. ¿Por qué no habría
de ser así? ¡El único momento en que se ven es cuando están agotados! Es
especialmente peligroso cuando el esposo es el que tiene demasiados compromisos
o trabajo, y la esposa está todo el día en casa con un hijo en edad preescolar.
La profunda soledad de ella da lugar al descontento y a la depresión, y todos
sabemos a dónde lleva eso. Deben reservar tiempo el uno para el otro si quieren
mantener su amor vivo.
2.
Las deudas muy grandes y el conflicto en cuanto a cómo se gastará el dinero. Paguen
en efectivo por los artículos de consumo, o no los compren. No gasten más de lo
que pueden por una casa o por un automóvil, dejando muy pocos recursos para
salir juntos, para viajes cortos, para personas que cuiden a los niños, etc.
Distribuya sus fondos con la sabiduría de Salomón.
3.
El egoísmo. Existen dos tipos de personas en el mundo, los que dan y los
que toman. Un matrimonio entre dos personas que dan puede ser algo bello. Sin
embargo, la fricción está a la orden del día entre una persona que da y otra
que toma. Pero dos personas que toman pueden darse zarpazos la una a la otra
hasta hacerse trizas dentro de un período de seis semanas. En resumen, el
egoísmo siempre devastará un matrimonio.
4.
La interferencia de
los suegros. Si el esposo o la esposa no se han emancipado totalmente de
los padres, lo mejor es no vivir cerca de ellos. La autonomía es algo difícil
de conceder para algunas madres (y padres), y el estar muy cerca será causa de
problemas.
5.
Las expectativas poco realistas. Algunas parejas llegan al matrimonio
esperando cabañas cubiertas de rosas, una vida sin preocupaciones ni
responsabilidades y un gozo ininterrumpido. La consejera Jean Lush cree, y yo
estoy de acuerdo con ella, que esta ilusión romántica es particularmente
característica de las mujeres norteamericanas que esperan más de sus esposos de
lo que ellos son capaces de dar. La decepción consiguiente es una trampa
emocional. Pongan sus expectativas en línea con la realidad.
6.
Los invasores del espacio. No me refiero a extraterrestres de Marte. Más
bien, mi preocupación es por las personas que violan el espacio para funcionar
que su cónyuge necesita, sofocándolo rápidamente y destruyendo la atracción
entre ellos. Los celos son una manera en que este fenómeno se manifiesta. Otra
es la baja autoestima, la cual lleva a que el cónyuge inseguro se inmiscuya en
el territorio del otro. El amor debe ser libre y confiado.
7.
El abuso del alcohol y de otras sustancias químicas. Éstos son asesinos,
no sólo de los matrimonios, sino también de las personas. Evítenlos como a la
plaga.
8.
La pornografía ,
los juegos de azar y otras adicciones. Debe ser obvio para todos que la
personalidad humana tiene imperfecciones. Tiene la tendencia a quedar atrapada
en comportamientos destructivos, especialmente cuando se es joven. Durante una
etapa inicial, las personas creen que pueden jugar con tentaciones tales como
la pornografía o los juegos de azar sin salir dañadas. De hecho, muchos se
alejan casi sin haber sido afectados. Sin embargo, para algunos existe una
debilidad y una vulnerabilidad que se desconoce hasta que es demasiado tarde.
Entonces se vuelven adictos a algo que rasga la fibra de la familia.
Tal vez esta advertencia les
parezca tonta e incluso mojigata, pero he hecho un estudio de veinticinco años
de duración sobre personas que arruinaron sus vidas. Sus problemas a menudo
comienzan con la experimentación con un mal conocido y finalmente terminan en
la muerte física o la muerte del matrimonio. Las restricciones y los mandamientos
de las Escrituras se han diseñado para protegernos del mal, aunque es algo
difícil de creer cuando somos jóvenes. “La paga del pecado es muerte” (Romanos
6:23). Si mantenemos nuestras vidas limpias y no nos permitimos jugar con el
mal, las adicciones que han hecho estragos en la humanidad nunca nos podrán
tocar.
9.
La frustración
sexual , la
soledad , la baja autoestima y la quimera de la infidelidad. ¡Una
combinación mortal!
10.
El fracaso en los negocios. En especial, el fracaso en los negocios
afecta adversamente a los hombres. Su inquietud por los reveses financieros
algunas veces se muestra en ira dentro de la familia.
11.
El éxito en los negocios. Es casi tan peligroso tener mucho éxito en los
negocios, como lo es fracasar rotundamente en ellos. El autor de Proverbios
dijo: “No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario” (30:8).
12.
Casarse demasiado jóvenes. Las chicas que se casan entre los catorce y
los diecisiete años de edad tienen el doble de probabilidades de divorciarse
que las que se casan a los dieciocho y diecinueve años. Las que se casan entre
los dieciocho y los diecinueve años tienen una vez y media más de
probabilidades de divorciarse que las que se casan entre los veinte y los
treinta años.
Las presiones de la adolescencia y
las tensiones de los primeros años de vida matrimonial no hacen un buen dúo.
Terminen lo primero antes de emprender lo segundo.
Éstos son los asesinos del
matrimonio que he visto más a menudo. Pero, en verdad, la lista es
prácticamente interminable. Todo lo que se necesita para que crezcan las malas
hierbas más fuertes es una pequeña grieta en la vereda. Si van a vencer la ley
de las probabilidades en relación al divorcio y mantener una unión matrimonial
estrecha a largo plazo, deben emprender la tarea con seriedad. El orden natural
de las cosas los alejará el uno del otro, no los unirá.
¿Cómo vencerán la ley de las
probabilidades? ¿Cómo formarán una relación sólida que dure hasta que la muerte
los haga emprender el último viaje? ¿Cómo se incluirán ustedes entre el número
cada vez más reducido de parejas de mayor edad que han cosechado toda una vida
de recuerdos y experiencias felices? Aun después de cincuenta o sesenta años de
casados, todavía se buscan mutuamente para darse aliento y comprensión. Sus hijos
han crecido dentro de un ambiente estable y amoroso, y no tienen cicatrices
emocionales o recuerdos amargos que borrar. A sus nietos no se les tiene que
explicar con delicadeza por qué “los abuelos ya no viven juntos”. Sólo el amor
prevalece.
Así es como Dios quería que
fuera, y todavía sigue siendo algo posible que ustedes pueden alcanzar. Pero no
hay tiempo que perder. Refuercen las riberas del río. Defiendan el fuerte.
Traigan las dragas y hagan más profundo el lecho del río. Mantengan las
poderosas corrientes en sus propios cauces. Sólo esa medida de determinación
mantendrá el amor con el que comenzaron, y hay muy poco en la vida que compita
con esa prioridad.
“Gracia y Paz”
(James C. Dobson, Ph.D)
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