Hebreos 4:15
“… no tenemos un sumo sacerdote
que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, […] tentado en todo […],
pero sin pecado”.
Un pastor, capacitado para aconsejar
en casos de traumas emocionales y sufrimiento, comentó que el mayor desafío
para quienes sufren no es la tristeza que sigue a la pérdida, sino la
adaptación a una forma de vida diferente. Lo que antes parecía normal tal vez
nunca vuelva a ser así. Por eso, el reto para aquellos que brindan ayuda es
colaborar con esas personas mientras se adaptan a la «nueva normalidad». Es
probable que esta ya no incluya una buena salud, relaciones interpersonales
apreciadas ni un trabajo satisfactorio. Tal vez implique vivir sin un ser amado
que ha muerto. La gravedad de tales pérdidas nos obliga a vivir una clase de
vida distinta, independientemente de lo incómoda que pueda resultar.
Cuando nos llega la «nueva
normalidad», es fácil pensar que nadie entiende lo que sentimos. Pero no es
así. Parte de la razón por la que vino Jesús fue para experimentar cómo era
vivir entre nosotros, lo cual dio como resultado su ministerio presente: «Porque
no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades,
sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado»
(Hebreos 4:15).
Nuestro Salvador vivió una vida
perfecta; sin embargo, también pudo conocer el sufrimiento de un mundo
arruinado. Él soportó tristezas y padeció agonía, y está listo para alentarnos
cuando los momentos oscuros de la vida nos obliguen a experimentar una nueva
normalidad.
En
nuestro desierto de sufrimiento, Cristo nos provee un oasis de esperanza.
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LEA: Hebreos 4:9-16
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Biblia en un año: Jeremías 30–32
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
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