1 Samuel 1:27
“Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí”.
Crecí en un hogar dividido, ya
que mi madre era cristiana y mi padre no lo era. Con serena constancia y amor
mi madre grabó en mi corazón de niña las bellas enseñanzas del evangelio. Sin
embargo, con el correr de los años, la cizaña del mundo pareció ahogar la
semilla sembrada y me convertí en una mujer que vivía alejada de aquella
bendita verdad.
Pero algo había estado
sucediendo: mi madre no cesaba de orar a diario por mí. Las lágrimas
humedecieron su almohada muchas de las noches que pasó en vela. Un día, después
de haber asistido a regañadientes a un ciclo de conferencias evangelizadoras,
le dije a mi madre con voz firme: «Mamá, tengo una noticia que darte». Su
rostro palideció y sus cansadas manos empezaron a temblar pensando en lo peor.
No obstante, el Espíritu Santo había tocado a mi puerta y le comuniqué que
había decidido entregarme al señor, sellando mi pacto a través del bautismo.
Apreciada hermana, si hoy me
encuentro en el redil del Señor es gracias a las múltiples oraciones de mi
madre.
«La verdadera madre es la
verdadera maestra de los niños. Si, con un corazón imbuido con el amor de
Cristo, enseña a los niños de su clase, orando con ellos y por ellos, puede ver
almas convertidas y recogidas en el redil de Cristo. Yo no recomiendo que la
mujer trate de llegar a ser sufragista o empleada pública; pero como misionera,
enseñando la verdad por correspondencia, distribuyendo material de lectura,
conversando con las familias y orando con la madre y los niños, ella puede
realizar mucho y ser una bendición».
«Los hijos cristianos apreciarán
por encima de toda bendición terrenal el amor y la aprobación de sus padres
piadosos. Estos pueden simpatizar con los hijos y orar por ellos y con ellos
para que Dios los proteja y guíe».
Nuestro Padre celestial valora
las oraciones de las madres. Si eres una de ellas, aprovecha el privilegio de
orar por tus hijos para que un día, como Ana, puedas decir: «Por este niño
oraba y Dios me concedió lo que le pedí».
Pídele a Dios que te permita
entrar a la Nueva
Jerusalén tomada de la mano de tu madre y de tus hijos.
“Gracia y Paz”
(Ruth Yolanda Prieto)
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