2 Crónicas 20:14-15
“Y estaba allí Jahaziel hijo de
Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos
de Asaf, sobre el cual vino el espíritu de Jehová en medio de la reunión; Y
dijo: Oid, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén , y tú, rey Josafat.
Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan
grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios”.
Una gran multitud vino contra el
pueblo de Dios. El rey Josafat y su gente propusieron en sus corazones buscar a
Dios y ayunar. El rey clamó a Dios con una oración que la mayoría de nosotros
ha orado en nuestro caminar espiritual: “En nosotros no hay fuerza contra tan
grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti
volvemos nuestros ojos” (2 Crónicas 20:12).
Isaías dio esta advertencia a
todas las fuerzas satánicas: “¿A quién vituperaste, y a quién blasfemaste?
¿Contra quién has alzado tu voz?... Contra el Santo de Israel” (Isaías 37:23).
Dios le dijo a su pueblo Israel,
y él nos dice hoy día: “La batalla no es contra ustedes. Es la furia de Satanás
contra mí, el Señor que habita en vosotros”. Dios le dijo a Satanás, “He
conocido tu condición, tu salida y tu entrada, y tu furor contra mí” (37:28).
Yo le pregunto a usted: ¿Dónde
está su batalla? ¿En su matrimonio? ¿En su negocio o en su trabajo? ¿En sus
finanzas? ¿En su salud? ¿Se intensifica la batalla día tras día? Si usted tiene
un corazón para Jesús y un deseo de aferrarse a él, usted enfrentará la rabia
del infierno. Pero esa no es su batalla.
Usted puede terminar su batalla
rápidamente si así lo decide – simplemente rindiéndose o entregándose a sus
miedos y temores. Satanás no molestará a aquellos que pierden su confianza en
el Señor.
Sí, la batalla es del Señor, pero
nosotros tenemos una parte en ella – y es confiar y creer sus promesas cuando
enfrentamos la desesperación y lo que parece ser imposible. “¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel:
Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio?” (Isaías
40:27).
La fe demanda que yo entregue
todos mis problemas – todas mis situaciones críticas, todos mis miedos, todas
mis ansiedades – en las manos del Señor. Cuando he hecho todo lo que puedo
hacer, y cuando sé que mi batalla va más allá de mi poder, yo debo someter todo
en sus manos.
Nuestro Señor sabe de la furia de
Satanás, y debemos verdaderamente creer que él actuará. Él nos ayudará a pasar
por las muchas aguas y por los fuegos, y hará huir a todos nuestros enemigos
espirituales. Esta es la
Palabra de Dios acerca de lo que él hará: “Porque contra mí
te airaste…y ha subido a mis oídos; pondré, pues mi garfio en tu nariz, y mi
freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste” (Isaías
37:29).
Si usted permanece agarrado de su
fe – confiando en él, descansando en sus promesas, rechazando todas las
mentiras de Satanás que vengan a su mente – entonces esté a la expectativa que
Dios vendrá por su Espíritu a su situación, y pondrá un fin esperado a su
batalla en particular. Él moverá cielos y tierra para librarlo y hacer un
camino. El camino de salida es ¡confiar,
confiar, confiar! Él es quien “hace
cesar las guerras” (Salmo 46:9).
“Gracia y Paz”
(David Wilkerson)
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