Salmo 31:7
“Me gozaré y alegraré en tu misericordia, porque has visto mi
aflicción; has conocido mi alma en las angustias”.
La fe y la oración, siempre deben
ir juntas, porque la oración de fe es la oración que prevalece. El Salmista
David entregó su alma a Dios en forma especial. Y con sus palabras: "En tu
mano encomiendo mi espíritu", nuestro Señor Jesús dio su último aliento en
la cruz, e hizo de su alma una ofrenda voluntaria por el pecado, entregando su
vida como rescate. En el momento de este salmo el Rey David era un hombre
confundido y con problemas.
Aun así tiene, gran cuidado por
su alma, y por su espíritu. Muchos creyentes piensan que si están confundidos
por sus asuntos mundanos y se multiplican sus preocupaciones, pueden ser
excusados de culpa si descuidan su alma, pero debe ser todo lo contrario, debe
estar más interesados por cuidar de su alma para que el hombre interior no
sufra daño, aun cuando el hombre exterior se deshaga. Ya que la redención del
alma es tan preciosa, que hubiera cesado para siempre, si Nuestro Señor Jesucristo
no la hubiera emprendido.
Nadie es perfecto en sí mismo,
pero los creyentes lo son en Cristo Jesús. La salvación del justo será obra del
Señor. Él los ayudará a cumplir sus deberes, a llevar sus cargas, de igual
manera les ayudará a soportar sus problemas, y lograr el bien a través de
ellos, y en el tiempo debido, los librará de sus problemas. Entonces que los
pecadores se alejen del mal y hagan el bien, que se arrepientan, abandonen el
pecado, y confíen en la misericordia de Dios por medio de Jesucristo. Tomen
ellos su yugo sobre sí y aprendan de Él, para que puedan habitar por siempre en
el cielo.
Salmos 10:14 Tú lo has visto,
porque has contemplado la malicia y la vejación, para hacer justicia con tu
mano. A ti se acoge el desvalido; tú has sido amparo del huérfano.
“Gracia Y Paz”
(Siervas valientes de Dios)
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