Génesis 25:28-34
“Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob.
Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te
ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto
fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu
primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues,
me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró,
y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado
de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció
Esaú la primogenitura.”
Es muy probable que, en algún
momento, a nuestras mentes hayan llegado preguntas como estas: ¿Por qué Dios no
me bendice a mí como bendice a otras personas que yo conozco? ¿Por qué Dios no
me bendice de la manera en que yo quiero que me bendiga, de la manera en que yo
necesito que me bendiga, de la manera en que yo pensé él me iba a bendecir?
Esaú era el primogénito de Isaac.
¿Y qué significaba para los judíos ser el primogénito? El primogénito era aquel
que tenía los mayores honores y privilegios, todos sus hermanos y hermanas
estaban sujetos a su autoridad, a menudo tenía el honor de servir como
sacerdote en las reuniones familiares, el nombre de la familia y la línea de
descendientes venía a través de él, y en cuanto al aspecto económico al
primogénito correspondía una doble porción en la herencia de la familia que a
los demás hermanos. Así que la primogenitura era la cosa más valiosa, más
preciada, más anhelada por cualquier persona en la familia hebrea. Poseer este
derecho otorgaba los privilegios, las oportunidades, y el reconocimiento que
nada más en la vida podía darle. Y en esta familia en particular el primogénito
estaría en la línea de la genealogía del salvador del mundo, el Señor
Jesucristo. Esaú vendió este privilegio por un plato de potaje. Él pudo haber
preparado alguna otra cosa para comer, pero en aquel momento eso era lo que él
quería. Y lo quería inmediatamente.
Muchas veces sacrificamos el
futuro por un momento en el que estamos controlados por los apetitos de la
carne. Dios nos ha dado apetitos, pero éstos deben ser controlados. Y si no
podemos por nosotros mismos, entonces debemos buscar la dirección del Espíritu
Santo. En la sociedad en que vivimos podemos conseguir casi todo por lo que
estemos dispuestos a pagar, pero debemos ser muy cuidadosos. Esaú perdió su
prometedor futuro porque quiso satisfacer su apetito inmediatamente, y en ese
momento él estaba dispuesto a pagar cualquier cosa.
¿Cuál es el plato de potaje que
Satanás con frecuencia te pone delante? Y te dice: “Tú necesitas esto”, “Tú
quieres esto”, “Tú tienes que disfrutar de esto”, “¡Y lo puedes tener ahora
mismo!” Bien pudiera ser un "guisado" delicioso, pero quizás tenga un
precio que tú no desearías pagar.
¿Hay acaso algún "plato de
potaje" en tu vida en estos momentos? ¿Algo que deseas mucho que está
frente a ti, al alcance de tu mano? Tráelo en oración delante del Señor. Él es el
único que puede saciar tu apetito, de tal manera que cuando Satanás te lo
ofrezca puedas decirle: No gracias. No lo necesito. No tengo hambre. ¡Estoy
lleno de la paz y el gozo de mi Señor!
ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, tú
conoces mis apetitos y mis debilidades. Te ruego me fortalezcas espiritualmente
y me des sabiduría para poder discernir sabiamente al momento de tomar
decisiones que puedan afectar mi futuro. Ayúdame a rechazar todo aquello que
parece muy atractivo pero que no está de acuerdo a tu voluntad. En el nombre de
Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios Te Habla
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