Filipenses 4:4-13
“Regocijaos en el Señor siempre.
Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los
hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas
vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de
gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. En esto pensad. Por lo
demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo
lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna,
si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y
oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. En
gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro
cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la
oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme,
cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia;
en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener
hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece”.
En la lectura de hoy, el apóstol
Pablo dice que había aprendido el secreto de tener contentamiento en todas las
circunstancias, buenas o malas. ¿Le sorprende que él escribiera esto cuando
estaba en la cárcel?
Con frecuencia estamos
descontentos, incluso cuando todo va bien. Por consiguiente, nos preguntamos
cómo es posible tener contentamiento durante nuestras pruebas más difíciles.
Entonces, ¿qué es el contentamiento? Pablo está hablando de una libertad de las
preocupaciones y frustraciones de cualquier cosa en la vida, incluso de los
deseos no satisfechos.
Por lo general, es cuando no
podemos controlar o cambiar nuestra situación, que nos sentimos descontentos. Si
dejamos que nuestra satisfacción dependa de ver realizadas ciertas cosas, las
circunstancias nos robarán la paz. No estoy diciendo que exista un momento en
la vida en el que nunca más volveremos a experimentar ansiedad o frustraciones.
Pero lo que importa es cómo responderemos cuando esos sentimientos se apoderen
de nosotros.
Esto es algo que el apóstol tuvo
que aprender. Pablo padeció desde naufragios y hambres, hasta encarcelamientos
injustos y palizas (2 Co 11:24-30). Había pasado por innumerables situaciones,
que eran inciertas, dolorosas, y al parecer irremediables. Pero finalmente
descubrió que el contentamiento no dependía de sus circunstancias.
¿Cómo responde usted cuando las
circunstancias están fuera de su control? ¿Se enoja? ¿Trata de escapar? ¿Se da
por vencido? Pablo decidió entregar sus ansiedades a Jesús a cambio de una paz
"que sobrepasa todo entendimiento" (Filipenses 4:7). ¡Esa misma paz
está disponible para usted!
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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