Apocalipsis 3:7
“.....Esto dice el Santo, el
Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y
cierra y ninguno abre”.
¿Está enfrentando una o más
puertas cerradas? ¿Está ahí, enfrente de usted, una puerta que parece estar
continuamente cerrada?
Puede ser una situación
financiera seria, y usted ha orado para que la puerta de alguna oportunidad sea
abierta. Pero todo lo que usted trata de hacer parece fallar; las puertas
simplemente no se abren.
Yo no sé cuál es su puerta
cerrada, pero para muchos parece ser que las puertas y las ventanas de los
cielos están cerradas. Los cielos parecen ser de bronce, y usted no parece
poder penetrarlos. Esta puerta cerrada a la cual me refiero, es algún problema,
alguna situación, alguna necesidad por la que ha estado orando mucho. Puede ser
una crisis que requiera nada menos que un milagro. Y usted no ha recibido
todavía una respuesta a sus fervientes oraciones y peticiones que le ha hecho
al Señor.
En Apocalipsis, Cristo se refiere
a sí mismo como EL QUE ABRE Y CIERRA PUERTAS (3:7). Esto estaba en una carta
enviada a los creyentes de la antigua Filadelfia, una iglesia a la que el Señor
alabó por guardar su palabra, y por nunca negar su nombre. Para ponerlo simplemente,
en los tiempos más duros, estas personas permanecieron fieles en la Palabra de Dios. Ellos no
acusaron al Señor de descuidarlos ni de tener oídos sordos a sus clamores.
Evidentemente, satanás tenía que
venir a ellos con mentiras. Sus principados y poderes de las tinieblas,
espíritus mentirosos salidos de las entrañas del infierno, y dicer que Dios ha
cerrado todas las puertas, que él no es merecedor de adoración ni de fe. Pero
estos creyentes, de los cuales Jesús dijo que tenían poca fuerza, siguieron
confiando, esperando pacientemente a que Dios ponga la llave en la puerta para
abrirla. Él tiene la llave para cada puerta cerrada – y sólo él pone delante de
nosotros las puertas abiertas.
Aquí está lo que el Señor les
prometió a ellos, y es también nuestra promesa:
“Por cuanto has guardado la
palabra de mi paciencia [no te rendiste durante tu prueba], yo también te
guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para
probar a los que moran sobre la tierra” (3:10).
Esta hora de la prueba está ya
sobre nosotros. Trae pruebas increíbles de fe tan grandes y tan fuertes que
muchos caerán en incredulidad mortal. Verdaderamente, ahora en todo el mundo
hay una gran caída de esa fe resistente.
Pero usted, – porque usted
todavía confía en sus promesas, y está dispuesto a morir en fe, aún si no ve
las promesas cumplidas – usted será guardado de la tentación que vendrá sobre
todo el mundo para caer en incredulidad. Dios ha escuchado su clamor, y él sabe
el tiempo, la misma hora en que abrirá todas las puertas. Así que nunca se
rinda. Nunca dude. Permanezca firme en sus promesas. Él no le fallará.
“Gracia y Paz”
(David Wilkerson)
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