¿Cuáles
serán tus últimas palabras?
Romanos 8:22-25
“Porque sabemos que toda la
creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo
ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,
nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la
redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la
esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué
esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.”
Este pasaje nos muestra un cuadro
de sufrimiento y dolor, y a la vez de expectativa, semejante a la mujer que
está pasando por los “dolores de parto”, la cual está en espera del final de
los mismos. Cada día, miles y miles de personas de todas partes del mundo
llegan al final de sus vidas. Al llegar a este punto se pone de manifiesto la
enorme diferencia entre aquellos que tienen “las primicias del Espíritu”,
quienes esperan “la adopción, la redención de su cuerpo” y los que no tienen
esa esperanza.
No hay tragedia en este mundo que
se pueda comparar con la muerte de una persona que ha rechazado a Cristo. Morir
sin Jesús como Salvador es enfrentar el destino más triste posible: una
eternidad sin esperanza. Walter A. Maier, un predicador de la primera mitad del
siglo XX, citó dos ejemplos de personas muy conocidas en sus tiempos que
llegaron al final de sus vidas y pronunciaron sus últimas palabras en un marco
de derrota y pesimismo. Maier dijo que Jay Gould, un multimillonario
norteamericano, se lamentó en su lecho de muerte diciendo: "Soy el hombre
más infeliz de la tierra." Maier también citó al filósofo y escritor
francés Voltaire, ateo universalmente conocido por sus burlas del cristianismo.
En una ocasión Voltaire declaró que él derribaría con una mano la fe cristiana
y que pronto nadie leería la
Biblia. Al momento de su muerte, en terrible agonía, gritó:
"¡Ojalá no hubiese nacido nunca! ¡Ahora se me echará en el infierno!"
Después que Voltaire murió, su enfermera de cabecera declaró que jamás volvería
a cuidar de una persona moribunda que no hubiera creído en Jesucristo.
"¡Es lo más terrible y desesperante que existe en este mundo!", dijo.
El famoso actor y cantante norteamericano
Frank Sinatra vivió una larga vida de éxitos. Fue homenajeado y galardonado
muchas veces, y gozó de fama, riquezas y popularidad. Sin embargo lo que podría
ser un epitafio en su tumba salió de sus propios labios, segundos antes de
morir. Estas fueron sus últimas palabras: “I am losing“ ("estoy
perdiendo"). Momentos después el verbo pudo haber sido conjugado en tiempo
pasado: "Perdí". ¡Qué triste es perder! ¿Verdad? Sobretodo cuando
está en juego la eternidad.
En 2 Timoteo 4:7-8, vemos un
ejemplo de la esperanza de la que nos habla el pasaje de hoy cuando dice
“porque en esperanza fuimos salvos.” Allí, el apóstol Pablo, siendo ya un
anciano y sintiendo que su fin se aproximaba, escribió lo siguiente a su hijo
espiritual Timoteo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual
me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a
todos los que aman su venida.” Pablo compara la vida con una carrera a cuyo
final ha llegado. ¡Qué preciosas palabras de esperanza y de victoria salieron
de su corazón en ese momento!
¿Qué va a caracterizar el final
de tu vida? ¿La paz o la desesperación? Si has aceptado a Jesucristo como tu
Salvador, puedes declarar con toda confianza y tranquilidad como el apóstol
Pablo: “Me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez
justo, en aquel día.” Si no lo has hecho, puedes en estos momentos elevar una
oración, invitándolo a entrar en tu corazón. La Biblia dice en Romanos 10:9
que “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón
que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Entonces, tus últimas
palabras, cuando fuere que las pronuncies, serán palabras que manifiesten la victoria
de Cristo en tu vida.
ORACION:
Padre santo, gracias por el
regalo de la vida eterna a través de tu Hijo Jesucristo. Gracias porque sé que
cuando llegue al final de mi vida en este mundo, viviré por siempre junto a ti
disfrutando de tu amor y tu paz inefable. En el santo nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios Te Habla
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