“Hay una grave inconsecuencia en
el argumento de aquellos que fácilmente cuestionan el carácter de Dios y Su
poder. Hay muchos que dicen: Si Dios es Dios, si tiene poder, y si es
misericordioso y bondadoso, ¿por qué no destruyó a un hombre como Hitler al
principio de su régimen? ¿Por qué no lo hizo desaparecer a él y a todo su
ejército y así evitar sufrimientos? ¿Por qué no intervenir antes? ¿Por qué no
se hizo sentir? Este es el argumento que presentan y sin embargo, generalmente
estas mismas personas son las que
pretenden defender lo que ellos
llaman el libre
albedrío.
Si comenzamos a
predicarles sobre la
doctrina de la
gracia, y mencionamos
términos como “predestinación” y
“elección”, son los primeros en decir: “yo tengo libre albedrío, tengo derecho
a hacer lo que quiero con mi vida”. Sin embargo, estas personas son las que
dicen que Dios debería ejercer su poder y su fuerza sobre otras personas. No
podemos tener ambas cosas. Si queremos que Dios se enoje en ciertas cosas,
tiene que hacerlo en todas las cosas, no sólo en las que nosotros elegimos. Hay
una total inconsecuencia en el argumento. Cuando estas personas piensan en
otros, esperan que Dios los controle, pero cuando piensan en sí mismos dicen:
“está mal que Dios me controle”. “Soy una persona libre; es imprescindible que
tenga libertad de hacer lo que se me antoja; soy libre, y tengo que tener
libertad”. Sí; exigen libertad para sí mismos, ¡pero para los otros, no!”
“Gracia y Paz”
(Martyn Lloyd Jones)
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