miércoles, 25 de marzo de 2015

¿QUÉ BENDICIONES NOS DA LA PALABRA DE DIOS?


Romanos 15:4 dice que todo lo que está escrito en la Biblia es para nuestra enseñanza, y el resultado que Dios espera de nuestro aprendizaje es que “tengamos esperanza”. Según el diccionario la palabra “esperanza” significa “Confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea”. También dice el pasaje que esto se logra “por medio de la paciencia”. Es decir, a veces puede parecernos que Dios “se tardando mucho” en resolver nuestro problema, pero lo cierto es que él siempre está trabajando, y si nos mantenemos firmes y somos pacientes, la tan esperada solución llegará en el tiempo del Señor. Esta debe ser siempre nuestra esperanza.

2 Timoteo 3:16-17 dice que “toda la Escritura es inspirada por Dios… a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra". La palabra “perfecto” en este versículo realmente significa “maduro”. La persona madura espiritualmente es aquella que ha entendido la importancia de establecer una íntima comunión con Dios. Esta madurez espiritual, desde luego, requiere un proceso más o menos largo en el cual el Espíritu Santo hace su obra en la vida del creyente. A medida que se lleva a cabo este proceso tendremos que enfrentarnos a situaciones difíciles que pondrán a prueba nuestra fe. Dios usa estas situaciones con el fin de madurarnos espiritualmente, pero el resultado depende de la manera en que nosotros reaccionamos ante esas pruebas.

En la Biblia se han escrito historias reales de hombres y mujeres, que, habiendo pasado por pruebas muy grandes, pusieron su confianza en Dios y al final resultaron victoriosos. Por ejemplo, en Génesis 37 comienza la historia de un joven judío llamado José, el cual, por envidia y celos, fue vendido por sus hermanos como esclavo. Fue llevado a Egipto donde un oficial del ejército de Faraón lo compró para que le sirviera. Como José actuaba de forma que agradaba a Dios, el Señor lo prosperó, y al cabo de un tiempo su amo lo nombró mayordomo de todos sus bienes. La esposa del oficial se enamoró de José e intentó seducirlo, pero él se negó a acceder a sus deseos, diciéndole: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:9). Ella entonces, por despecho, lo acusó de que había intentado violarla, y el joven fue echado a la cárcel. En medio de tanta injusticia y sufrimientos, José permaneció fiel al Señor en todo momento, y su esperanza estuvo siempre puesta en el Todopoderoso.

Llegado Su tiempo, Dios movió las circunstancias favorablemente para José, y este fue liberado de la cárcel y llevado ante Faraón, el cual había tenido un sueño que nadie en Egipto había podido interpretar. Por la gracia de Dios José pudo interpretarlo, quedando Faraón tan impresionado que lo nombró el segundo hombre más poderoso de todo Egipto, y le dijo: “Solamente en el trono seré yo mayor que tú” (Génesis 41:40). Entonces hubo un hambre muy grande en todo el mundo, y en su posición de poder, José pudo alimentar a su padre y sus hermanos que estaban muriendo de hambre en su tierra. Esta es una historia larga (Génesis capítulo 37 al 50), pero cuando la leemos vemos claramente el propósito para el cual fue escrita, como nos dice el pasaje de hoy: confiemos, esperemos pacientemente, pongamos nuestra esperanza en Dios y él obrará en nuestro favor.

Cuando pasamos tiempo diariamente leyendo la Biblia y orando, el poder de la palabra de Dios se hace realidad en nuestras vidas, y nos fortalece, y nos da paciencia y esto resulta en esperanza aun en medio de las pruebas. Si estás atravesando por una situación difícil, ya sea porque has sido víctima de alguna injusticia o por cualquier otro motivo, recuerda la historia de José, y actúa de la manera que él lo hizo. Si te mantienes firme en el Señor, y basas tu esperanza en su amor y en su palabra él te recompensará como hizo con José y con tantos otros que confiaron en él.

ORACIÓN:
Padre Celestial, gracias por tu poderosa palabra que me alienta, me fortalece y me da esperanza en medio de las aflicciones de este mundo. Te pido que pongas en mi corazón un deseo ferviente de pasar tiempo cada día leyendo tu santa Palabra y orando. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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