Romanos 15:4 dice que todo lo que está escrito en la
Biblia es para nuestra enseñanza, y el resultado que Dios espera de nuestro
aprendizaje es que “tengamos esperanza”. Según el diccionario la palabra
“esperanza” significa “Confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea”.
También dice el pasaje que esto se logra “por medio de la paciencia”. Es decir,
a veces puede parecernos que Dios “se tardando mucho” en resolver nuestro
problema, pero lo cierto es que él siempre está trabajando, y si nos mantenemos
firmes y somos pacientes, la tan esperada solución llegará en el tiempo del
Señor. Esta debe ser siempre nuestra esperanza.
2 Timoteo 3:16-17 dice que “toda la Escritura es
inspirada por Dios… a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra". La palabra “perfecto” en este versículo
realmente significa “maduro”. La persona madura espiritualmente es aquella que
ha entendido la importancia de establecer una íntima comunión con Dios. Esta
madurez espiritual, desde luego, requiere un proceso más o menos largo en el
cual el Espíritu Santo hace su obra en la vida del creyente. A medida que se
lleva a cabo este proceso tendremos que enfrentarnos a situaciones difíciles
que pondrán a prueba nuestra fe. Dios usa estas situaciones con el fin de
madurarnos espiritualmente, pero el resultado depende de la manera en que
nosotros reaccionamos ante esas pruebas.
En la Biblia se han escrito historias reales de hombres y
mujeres, que, habiendo pasado por pruebas muy grandes, pusieron su confianza en
Dios y al final resultaron victoriosos. Por ejemplo, en Génesis 37 comienza la
historia de un joven judío llamado José, el cual, por envidia y celos, fue
vendido por sus hermanos como esclavo. Fue llevado a Egipto donde un oficial
del ejército de Faraón lo compró para que le sirviera. Como José actuaba de
forma que agradaba a Dios, el Señor lo prosperó, y al cabo de un tiempo su amo
lo nombró mayordomo de todos sus bienes. La esposa del oficial se enamoró de
José e intentó seducirlo, pero él se negó a acceder a sus deseos, diciéndole:
“¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:9).
Ella entonces, por despecho, lo acusó de que había intentado violarla, y el
joven fue echado a la cárcel. En medio de tanta injusticia y sufrimientos, José
permaneció fiel al Señor en todo momento, y su esperanza estuvo siempre puesta
en el Todopoderoso.
Llegado Su tiempo, Dios movió las circunstancias
favorablemente para José, y este fue liberado de la cárcel y llevado ante Faraón,
el cual había tenido un sueño que nadie en Egipto había podido interpretar. Por
la gracia de Dios José pudo interpretarlo, quedando Faraón tan impresionado que
lo nombró el segundo hombre más poderoso de todo Egipto, y le dijo: “Solamente
en el trono seré yo mayor que tú” (Génesis 41:40). Entonces hubo un hambre muy
grande en todo el mundo, y en su posición de poder, José pudo alimentar a su
padre y sus hermanos que estaban muriendo de hambre en su tierra. Esta es una
historia larga (Génesis capítulo 37 al 50), pero cuando la leemos vemos
claramente el propósito para el cual fue escrita, como nos dice el pasaje de
hoy: confiemos, esperemos pacientemente, pongamos nuestra esperanza en Dios y
él obrará en nuestro favor.
Cuando pasamos tiempo diariamente leyendo la Biblia y
orando, el poder de la palabra de Dios se hace realidad en nuestras vidas, y
nos fortalece, y nos da paciencia y esto resulta en esperanza aun en medio de
las pruebas. Si estás atravesando por una situación difícil, ya sea porque has
sido víctima de alguna injusticia o por cualquier otro motivo, recuerda la
historia de José, y actúa de la manera que él lo hizo. Si te mantienes firme en
el Señor, y basas tu esperanza en su amor y en su palabra él te recompensará
como hizo con José y con tantos otros que confiaron en él.
ORACIÓN:
Padre Celestial, gracias por tu poderosa palabra que me
alienta, me fortalece y me da esperanza en medio de las aflicciones de este
mundo. Te pido que pongas en mi corazón un deseo ferviente de pasar tiempo cada
día leyendo tu santa Palabra y orando. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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