Eclesiastés 1:1-9
“Palabras del Predicador, hijo de David, rey
en Jerusalén. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades,
todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se
afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre
permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de
donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de
continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y
el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para
correr de nuevo. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede
expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue?
Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada
hay nuevo debajo del sol”
En esta escritura, el rey Salomón muestra una visión de
la vida que a simple vista parece pesimista, pero lo cierto es que es muy
realista. Si analizamos el paso del tiempo a través de la historia podemos
concluir que, aparte de los cambios progresivos en las áreas de la ciencia y la
tecnología, los aspectos fundamentales de la vida son prácticamente los mismos
desde hace siglos. La historia se repite una y otra vez. El hombre nace, crece,
procrea, envejece y muere. Generación tras generación se repite el mismo ciclo.
Pero, ¿es esta simplemente la vida que Dios creó para nosotros? Ciertamente no.
El hombre se concentra en sus propias metas y planes, y pierde totalmente la
visión del plan de Dios para la humanidad.
Ty Cobb, uno de los más grandes jugadores de béisbol
profesional de todos los tiempos, dijo algo muy revelador: “Durante años yo
comía béisbol, soñaba con béisbol, hablaba de béisbol, pensaba en el béisbol,
vivía el béisbol”. Y entonces agregó: “Pero cuando uno pasa de esos años de
jugar béisbol profesional, la vida es entonces muy vacía”. En sentido general,
a todo ser humano le sucede más o menos lo mismo. Pone todo su enfoque en
aquello que le agrada, o en lo que cree le va a traer la felicidad, y quizás
durante un tiempo la consigue, pero después desaparece, pues todo es temporal
en esta vida. “Todo es vanidad”, dice el Predicador en el pasaje de hoy. Todo
es una ilusión, una vana fantasía. ¿Y después, qué?
Hay, sin duda, una gran diferencia entre vivir con un
propósito y simplemente vivir. Pero, ¿cuál sería un propósito digno de nuestra
existencia? Un famoso escritor cita en uno de sus libros que la vida en la
tierra es como “una preparación para la eternidad”. Indudablemente, el
propósito de Dios es que mientras estemos en este mundo vayamos siendo
transformados y finalmente seamos hechos “conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos
8:29). El apóstol Pablo, después de su encuentro con Jesús en el camino a
Damasco (Hechos 9), hizo suyo ese propósito. Por eso dijo: “Para mí el vivir es
Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Es decir, conocer a Cristo,
vivir para Cristo y por Cristo y confiar en él es la única forma de vivir la
vida abundante y llena de bendiciones que Dios ha planeado mientras caminamos
por este mundo, y cuando llegue el final de nuestros días, junto a él por toda
la eternidad. Entonces podremos decir “El morir es ganancia”.
La eternidad junto al Señor es la fase final del plan de
Dios, en donde todo es tan perfecto y maravilloso que no podemos imaginarlo.
Así lo describe el apóstol Juan conforme a la revelación que le dio el Señor
Jesucristo: “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni
calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y
los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos
de ellos” (Apocalipsis 7:16-17). ¡Qué preciosa visión para un futuro glorioso!
Vive tu vida con esa visión en tu mente. Busca el rostro
del Señor diariamente, orando, leyendo su palabra, aplicándola a tu vida,
sirviéndole, tratando de agradarle en todo. Entonces comenzarás a vivir la
verdadera vida abundante, llena de paz y de gozo que Dios desea que vivas aquí
en la tierra y por toda la eternidad.
ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, gracias te doy por tu precioso
plan para mi vida. Dame la sabiduría, el discernimiento y la fe para caminar
conforme a tus planes cada día de mi vida y así poder disfrutar plenamente de
todas tus bendiciones. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
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