¿Sabes qué es la inmunidad
Celestial?
Romanos 8:31-39
“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por
nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las
cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién
es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó,
el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución,
o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti
somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en
todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por
lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro”
Hace unos años, un diplomático de una nación extranjera,
que residía en los Estados Unidos, donde prestaba servicio en la Embajada de su
país, arremetió con su auto contra la cerca que rodeaba una propiedad privada,
causó lesiones al dueño de la casa y ocasionó daños por una considerable
cantidad de dinero. El hombre, que estaba borracho, fue arrestado, pero
posteriormente fue puesto en libertad pues estaba protegido por la ley
internacional de inmunidad diplomática.
Todos aquellos que hemos recibido a Jesucristo como
Salvador, tenemos una clase de inmunidad diferente. Este privilegio no está
relacionado con los tribunales legales de este mundo, pero sí nos protege de
algo mucho más grave: la condenación eterna. Nuestros pecados, sin lugar a
dudas, nos traerán consecuencias, pero no nos impiden entrar al cielo, pues ya
Cristo pagó por nosotros esa deuda, y aún más, el pasaje de hoy nos afirma que
él está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros, como nuestro abogado
que es, defendiéndonos de las acusaciones del diablo. Dice 1 Juan 2:1-2:
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la
propiciación por nuestros pecados”. Esta inmunidad también nos garantiza
absoluta protección mientras estemos en este mundo. Así lo afirma el pasaje de
hoy: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”
¿Quiere esto decir que esta inmunidad es una licencia
para pecar? “En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él?”, dice el apóstol Pablo en Romanos 6:2. En el plan de
salvación de Dios, la gracia redentora de Cristo no sólo nos garantiza la vida
eterna, sino también nos transforma interiormente por medio del Espíritu Santo
que mora en nosotros, por lo que ya no practicamos más el pecado sino que lo
rechazamos, y todo aquello que antes nos resultaba atractivo ha dejado de serlo
pues hemos encontrado un gozo y una felicidad mucho mayor en la presencia de
Dios. Así dice Pablo en Filipenses 3:7-8: “Pero cuantas cosas eran para mí
ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun
estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo”.
La inmunidad que Cristo nos otorga demuestra en primer
lugar cuánto nos ama Dios, y nos da una razón para vivir para él y amarlo para
siempre. Si tú gozas de esta inmunidad disfruta sus beneficios acercándote cada
día al trono de la gracia de Dios en busca de sus bendiciones, de su paz, de su
dirección, de su provisión, y del gozo inefable que se siente en su santa
presencia.
Si no tienes esta inmunidad, ahora mismo eleva a Dios una
oración de arrepentimiento y abre tu corazón para recibir a Cristo como tu
Salvador, y su infinita gracia te hará acreedor de un pasaporte sellado por el
Espíritu Santo, el cual te garantiza la entrada al cielo cuando llegue el
momento de tu partida de este mundo. Y mientras tanto disfrutarás de una vida
llena de gozo y de paz.
ORACIÓN:
Bendito Dios, gracias por la seguridad de vida eterna que
me has ofrecido por medio del sacrificio de tu Hijo. Te ruego me ayudes a
disfrutarla, pensando, hablando y actuando de manera que tu nombre sea siempre
glorificado con mi testimonio. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
No hay comentarios:
Publicar un comentario