¿HAY DESEOS DE venganza
EN TU VIDA?
1 Samuel 26:5-9
“Y se levantó David, y vino al sitio donde
Saúl había acampado; y miró David el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de
Ner, general de su ejército. Y estaba Saúl durmiendo en el campamento, y el
pueblo estaba acampado en derredor de él. Entonces David dijo a Ahimelec heteo
y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab: ¿Quién descenderá conmigo a Saúl en
el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé contigo. David, pues, y Abisai
fueron de noche al ejército; y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el campamento,
y su lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner y el ejército estaban
tendidos alrededor de él. Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entregado Dios a
tu enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que le hiera con la lanza, y lo
enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré segundo golpe. Y David
respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el
ungido de Jehová, y será inocente?”
El rey Saúl había escogido tres mil hombres de su
ejército, y había salido a buscar a David con el fin de matarlo. Este pasaje
nos cuenta que una noche David y uno de sus hombres, Abisai, se llegaron hasta
el lugar donde Saúl había acampado, y descubrieron que el rey y sus hombres
dormían. Viendo que estaban totalmente indefensos, Abisai pidió permiso a David
para matar a Saúl, diciendo que esta oportunidad había venido de Dios. David
pudo haber consentido fácilmente. Lo cierto es que Saúl lo estaba buscando a él
para matarlo, así que perfectamente podía considerar el acto como defensa
propia. Pero no sólo eso, sino que ya David en una ocasión anterior había
perdonado la vida a Saúl cuando pudo haberlo matado (1 Samuel 24). En aquel
momento Saúl lloró cuando se enteró de la misericordia de David, y decidió
abandonar la persecución, y hasta dijo que David era apto para ser el próximo
rey de Israel.
Pero ahora Saúl había reanudado su inflexible acoso. Y de
nuevo David lo tenía indefenso frente a él. Bien pudo haber razonado: “Lo
perdoné una vez. Dios me está dando esta segunda oportunidad”. Además, Abisai
insistía en matarlo. ¡Qué fantástica oportunidad de librarse de aquel que tanto
lo odiaba! Sin embargo, David rechazó esos pensamientos porque creía firmemente
que no estaba bien matar al hombre que Dios había ungido para que fuese rey de
Israel. Y le respondió a Abisai: “No le mates; porque ¿quién extenderá su mano
contra el ungido de Jehová, y será inocente?”
Cuando nos tratan injustamente, nos ofenden o nos causan
daño, es fácil aprovechar cualquier oportunidad para vengarnos de alguna manera,
y después tratar de justificar la acción sobre la base de ese maltrato de que
fuimos víctimas, e incluso hasta aseguramos que Dios fue el que facilitó la
oportunidad. Sin embargo, estos no son los principios que deben guiar a un hijo
de Dios que verdaderamente desea agradar a su Padre celestial. En el Sermón del
Monte, Jesús dijo a sus discípulos: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu
prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por
los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43-44).
Es muy difícil poner en práctica esta enseñanza, pues
nuestra naturaleza carnal nos impulsa a hacer lo contrario, como quería Abisai.
Pero, al igual que David, nosotros podremos lograrlo si deseamos agradar al
Señor. Lo más importante es poner en primer lugar, antes que nuestros
sentimientos y nuestros impulsos carnales, los principios de la palabra de
Dios, y nuestra disposición a obedecer su voluntad. El apóstol Pablo nos dejó
este consejo en su carta a los romanos: “No os venguéis vosotros mismos, amados
míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la
venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19).
Si estás luchando con un sentimiento de venganza en
relación a alguien que te ha hecho daño, haz tuya esta enseñanza, y glorifica
el nombre de Dios siguiendo sus preceptos y obedeciendo su voluntad. Déjalo en
manos del Señor. Ten la completa seguridad de que él recompensará con creces tu
obediencia.
ORACIÓN:
Padre amado, es mi anhelo agradarte siempre, pero cuando
se trata de controlar los deseos de vengarme de alguien que me ha herido, me
resulta muy difícil obedecer tu palabra. Por favor dame las fuerzas para
sobreponerme a estos sentimientos y mostrar tu amor y tu misericordia. En el
nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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