martes, 8 de julio de 2014

¿ESTÁS CUIDANDO TU CRECIMIENTO ESPIRITUAL?



¿Estás cuidando tu crecimiento Espiritual?

Gálatas 5:16-23
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”

En esta escritura, el apóstol Pablo escribe una lista de “las obras de la carne”, es decir las acciones que normalmente ejecuta el ser humano guiado por “los deseos” de su naturaleza carnal. Producto de aquel primer pecado de Adán y Eva, el cual los separó de su Creador, y que ha sido transmitido de generación en generación a través de los siglos, todos hemos nacido con esta tendencia hacia el pecado. La terrible consecuencia es “que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. La muerte y resurrección de Jesucristo no sólo nos ha justificado delante de Dios, sino que también nos ha capacitado para rechazar esos deseos carnales y vivir una vida agradable a nuestro Padre celestial por medio del poder del Espíritu Santo que viene a morar en todos los que hemos aceptado a Jesús como nuestro suficiente salvador.

Dice Pablo que debemos andar en el Espíritu para no satisfacer los deseos de la carne. Esto es muy fácil decirlo, pero muy difícil hacerlo, simplemente porque nuestra naturaleza pecaminosa se opone rotundamente a todo lo que proviene del Espíritu Santo. Pareciera imposible para nosotros, por mucho que lo deseemos, andar en el Espíritu por nuestras propias fuerzas. De hecho, la única manera de caminar en el Espíritu es estar conscientes de nuestra incapacidad para lograrlo y entonces clamar a Dios por su ayuda.

“Andar en el Espíritu” implica que renunciemos a nuestros propios deseos, rendirnos a la autoridad de Cristo, y permitir que el Espíritu Santo controle nuestras acciones. Es morir a los deseos de la carne y vivir a semejanza la vida que Jesucristo vivió. El apóstol Pablo entendió perfectamente este concepto y así escribió en esta carta a los Gálatas: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Esta debe ser la meta ideal de todo cristiano. Para ello debemos pasar por un proceso en el cual el Espíritu Santo nos va puliendo, pero al mismo tiempo nosotros debemos hacer un esfuerzo para rechazar los deseos que antes nos controlaban, y así dar lugar a que se manifieste la vida de Cristo.

Habrá ocasiones en las que fallemos. Quizás en algunos momentos de debilidad cometamos errores que pongan de manifiesto nuestra vieja naturaleza. Pero estos son momentos que Dios puede usar para instruirnos y capacitarnos para seguir adelante con más conocimiento y poder. Sin embargo es necesario que estemos prestos a escuchar la voz del Espíritu Santo. Nada debe distraernos, ni debemos tratar de arreglar las cosas por nosotros mismos. Dejemos que Jesús nos muestre el camino. Demos el primer paso sometiéndonos a la voluntad de Dios para que Él nos dé discernimiento espiritual.

Si deseamos crecer espiritualmente debemos aprender a mantenernos en la presencia de Dios, escuchar su voz y obedecer sus instrucciones. Cuando la tentación toque a nuestra puerta, cuando esos pensamientos pecaminosos vengan a nuestra mente, cuando las circunstancias a nuestro alrededor sean propicias para actuar conforme a “los deseos de la carne”, entonces arrodillémonos ante el trono de la gracia y humildemente confesar nuestra debilidad al Señor y suplicarle que su Santo Espíritu tome control de nuestra mente, de nuestro corazón y de nuestro espíritu. Entonces podremos “andar en el Espíritu”.

ORACIÓN:
Padre santo, yo anhelo caminar en tu Espíritu siempre. Reconozco que soy incapaz de hacerlo por mí mismo, pero sé que todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Ayúdame a rendirme a ti totalmente, y que tu Espíritu controle cada área de mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla

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