lunes, 7 de julio de 2014

¿AÚN VIVES CON TEMOR?



¿Aún vives con temor?

2 Timoteo 1:7
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”

Hay cristianos que nunca han conocido verdaderamente el amor de Dios. Ellos viven un cristianismo legalista donde las reglas son las que gobiernan la “relación” con Dios. Si cumplen ciertas leyes, “Dios no les castiga”. Viven practicando una religión bajo temor. La Biblia enseña claramente que el cristiano no debe vivir bajo el temor pues el temor no proviene de Dios. Así dice el pasaje de hoy.

Por la obra de la sangre de Jesús derramada en la cruz del Calvario, los creyentes hemos pasado de la esclavitud del pecado y el temor a la condición de hijos de Dios, lo cual nos hace sus herederos. Así dice Gálatas 4:7: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. Es decir, nuestra vida entra en contacto directo con el amor y el poder del Padre Celestial. Se origina entonces una relación sublime y perfecta que no se puede comparar con nada. El amor de Dios es más que un sentimiento, es una manifestación especial de la bondad, el cuidado y la protección del Padre celestial para con sus hijos. Es por eso que si caminamos bajo ese precioso amor no puede haber temor en nuestras vidas. El apóstol Juan, en su primera carta, lo afirma de esta manera: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18).

El temor asustadizo que nos oprime y nos hace vivir en una esclavitud espiritual nunca proviene del Señor. En Cristo siempre hay verdadera libertad. El temor abre las puertas a la influencia del mal y nos hace vivir bajo condenación y castigo continuo. El amor, por el contrario, espanta las fuerzas del mal que no resisten la manifestación de la esencia misma de Dios, pues “Dios es amor”, dice 1 Juan 4:8. Todo lo que viene de Dios rechaza el temor que viene del enemigo. La fe, que es don de Dios, no permite que el temor nos controle.

En una ocasión, los discípulos se encontraron en medio del mar azotados por una violenta tormenta que amenazaba con hundir la barca (Mateo 14:28-31). Sin saber qué hacer, llenos de temor estaban cuando Jesús se les acercó andando sobre el mar y les dijo: “¡Confiad; yo soy, no temáis!” Tan pronto ellos reconocieron a Jesús, y confiaron en él, los vientos se calmaron, y vino la paz, y el temor desapareció. Fue entonces que el impetuoso Pedro le dijo a Jesús: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. Y el Señor le dijo: “Ven.” Pedro descendió de la barca y “andaba sobre las aguas para ir a Jesús”. Pero de pronto tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: "¡Señor, sálvame!" Inmediatamente Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” La falta de fe resulta en temor; por el contrario cuando confiamos plenamente en que Dios está con nosotros, el temor desaparece.

A través de toda la Biblia, Dios nos dice con toda claridad que él estará con nosotros siempre, cada día de nuestras vidas, hasta el fin del mundo. Y Romanos 8:31 dice que “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Esto debe ser suficiente para calmar nuestros temores, pero tenemos que creerlo, tenemos que confiar en el amor y la protección de nuestro Dios. Medita en el pasaje de hoy. Dios no te ha dado “espíritu de cobardía”, sino todo lo contrario, en ti reside un espíritu “de poder, de amor y de dominio propio”. Créelo de todo corazón, confía en la verdad de la Palabra de Dios y vivirás una vida de paz y tranquilidad.

Si sientes temor en tu vida, es imprescindible que te liberes de él. Cristo ha pagado por ti un precio muy alto para que ahora puedas vivir bajo una libertad espiritual completa. El salmista dijo: “Busqué al Señor, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados” (Salmo 34:4-5). Haz como el salmista, busca al Señor cada día de tu vida, conócele íntimamente y permite que su amor inunde todo tu ser, porque en la medida que eres perfeccionado en el amor de Dios más se fortalecerá tu fe y dejarás de vivir bajo el temor.

ORACIÓN:
Gracias, mi Dios, porque a través de la sangre de Cristo, puedo vivir bajo tu amor y no bajo el temor del enemigo. Te ruego aumentes mi fe para vivir cada día en la libertad de tu Espíritu. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla

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