ABIGAIL
1 Samuel 25:3
“Aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer
Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia, pero
el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de Caleb”.
[Leer 1 Samuel 25:2-42]
Abigail, una mujer hermosa casada con un hombre necio.
Una mujer que demostró valor, sabiduría y un corazón dispuesto al servicio,
cualidades que salvaron la vida de muchas personas.
Parece que también en otras épocas se concertaban
matrimonios de personas sumamente dispares. Tenemos un ejemplo de ello en el
matrimonio de Nabal con Abigail. Nabal era un hombre muy rico, pero sumamente
burdo y zafio (salvaje), de poco discernimiento y dado a toda clase de excesos.
Ella era una mujer juiciosa y de buen parecer y con un recto sentido moral.
Es posible que tú te preguntes cómo pudo aceptar esta
mujer a un hombre así. Para comprenderlo nos basta recordar que en aquellos
tiempos la mujer no era consultada para ser dada en matrimonio. Nos basta hacer
mención de Lea en su matrimonio con Jacob. Podemos suponer que el caso de
Abigail fue semejante.
No es muy probable que Abigail tuviera una vida muy
plácida con este hombre, o que hubiera mucha comprensión por parte de él en los
asuntos de la casa o en sus relaciones personales. Este hombre sólo se preciaba
de sus posesiones materiales y su mayor satisfacción era correrse juergas
mayúsculas con sus compinches. Nabal había tomado la parte de Saúl, el rey, en la
contienda de éste con David según se nos hace evidente en la respuesta que da a
los mensajeros de David: “Hay muchos siervos hoy que huyen de sus señores”.
Como veremos, Abigail tenía mucha más comprensión y es evidente que por su
parte, estaba decididamente del lado de David, pues lo demuestran también sus
palabras: “Y acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el
bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre la tierra...”
La historia se puede relatar rápidamente: David se
hallaba con sus hombres en la montaña y envió a Nabal un destacamento para
pedirle vituallas (abastecimientos). David consideraba que tenía derecho a ello
porque había protegido a los pastores de Nabal. Pero Nabal odiaba a David; por
ello trató rudamente a sus enviados y los despidió con las manos vacías.
La reacción de David al enterarse del ultraje es
comprensible: “Cíñase cada uno su espada…” Cuatrocientos soldados iban a caer
sobre la casa de Nabal y ningún hombre habría quedado vivo en ella. Pero,
Abigail intervino y dio órdenes de cargar varios asnos con panes, cueros de
vino, ovejas, grano y fruta. Los envió a David y ella misma siguió a sus
siervos para asegurarse de ver aplacado a David. El discurso de Abigail a David
es un modelo de diplomacia, y consiguió lo que deseaba. Se echó a los pies de
David, tan pronto como le vio, y disculpó la insensatez de su marido con
palabras elocuentes. Luego pidió misericordia a David en nombre de Jehová, y al
final le hace ver que cuando llegue el día que David vea reconocidos sus
derechos estará contento de no haber derramado sangre sin causa “o de haberse
vengado por sí mismo”. Las palabras con que se despide son: “Acuérdese mi señor
de su sierva”.
No sólo aplacó la ira de David, sino que cuando al poco
Nabal murió, después de una espantosa borrachera, y Abigail quedó viuda, David
“se acordó”, le mandó una embajada diciéndole que deseaba tomarla por mujer.
Oigamos la respuesta de Abigail: “He aquí tu sierva será una sierva para lavar
los pies de los siervos de mi señor”. Su discreción no la había abandonado.
Hemos de tener en cuenta que éste era el estilo de lenguaje de aquellos
tiempos.
Abigail mostró prudencia en difíciles circunstancias. Dio
muestras de fe al decir a David, el escogido de Dios en oposición al rey Saúl:
“Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida,
con todo, la vida de mi señor (David) será ligada en la faz de los que viven
delante de Jehová tu Dios, y Él arrojará la vida de tus enemigos como de en
medio del hueco de una honda”.
Abigail vio cumplidas estas palabras.
“Gracia y Paz”
Editado por: Carlos Martínez M.
Beatriz C. González
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