¿Aún no sometes tu
voluntad a la voluntad de Dios?
Hebreos 10:9, 10
“…He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu
voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos
santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para
siempre”.
[Lee Hebreos 10:5-10]
Cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador, el Espíritu
Santo viene a morar en nosotros. Entonces se establece una guerra entre nuestra
naturaleza carnal y la nueva naturaleza espiritual en Cristo Jesús. Con el fin
de ilustrar este concepto, un predicador contó la siguiente historia en uno de
sus sermones. Dijo: “Yo tenía una perrita cuyo juego favorito era tirar de un
juguete plástico para arrebatármelo. Agarraba un extremo del juguete con los
dientes, y yo agarraba el otro extremo con la mano. Puesto que era una perra
pequeña, en ocasiones yo la levantaba del suelo pero ella seguía aferrada al
juguete obstinadamente”. La naturaleza humana pecaminosa, a la cual la Biblia
llama “la carne”, se parece mucho a esa perrita, se aferra a los hábitos y
costumbres, y se empeña en lograr lo que desea.
Desde muy temprana edad nuestras palabras y acciones
dicen: “Hágase mi voluntad”. Gritamos de rabia cuando no podemos hacer lo que
queremos, y nos reímos cuando satisfacemos nuestros deseos. Así crecemos y
continuamos desarrollando ese hábito, de manera que cuando nos dirigimos a
Dios, instintivamente lo hacemos con el fin de que él se adapte a nuestra
voluntad, en lugar de nosotros conformarnos a la suya. Entonces aprendemos que
en nuestra relación con Dios sucede lo contrario a nuestra vida carnal. Es
cuando hacemos su voluntad que encontramos la verdadera paz y felicidad, porque
su voluntad es “agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Esto es algo que nos
resulta muy difícil entender, sin embargo por fe debemos tratar de hacerlo
siempre, confiando en que al final recibiremos muchas bendiciones.
El pasaje de hoy nos habla de “la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo” en la cruz del Calvario, por medio de la cual hemos sido
“santificados”, es decir separados para Dios para siempre. Este fue el plan de
Dios para la humanidad perdida. Con ese fin envió a su Hijo, para reemplazar
los holocaustos y expiaciones por el pecado que se hacían cada año, “porque la
sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”
(Hebreos 10:4). Por eso dicen los versículos 6 y 7: “Holocaustos y expiaciones
por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad”. Jesús vino a este mundo no sólo con el propósito de
ofrendar su vida para librarnos de la condenación eterna, sino también para
darnos un ejemplo de obediencia al someter siempre su voluntad a la voluntad de
Dios.
Junto al pozo de Jacob (Juan capítulo 4), cuando sus
discípulos le ofrecieron de comer, Jesús les contestó de la siguiente manera:
“Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”. Y
así lo hizo hasta que completó su obra en la cruz del Calvario. A pocas horas
de su muerte, en el huerto de Getsemaní, postrándose en oración Jesús clamó:
“Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa...” Pero en el aliento
siguiente abandonó su propia voluntad y se sometió a la voluntad de Dios diciendo:
“...pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Después se dirigió a la cruz y
ofreció su vida por cada uno de nosotros. Y dice la Biblia que al tercer día
resucitó y entonces Dios “le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es
sobre todo nombre” (Filipenses 2:9).
Debemos seguir siempre el ejemplo de nuestro Señor,
sabiendo que, aunque resulte difícil y a veces doloroso, cuando hacemos la
voluntad de Dios siempre seremos abundantemente bendecidos.
ORACION:
Amado Dios, te suplico perdones mis ofensas. Perdóname porque
aún busco satisfacer mis deseos carnales y mundanos. Por favor ayúdame a librar
la guerra que hay entre mi naturaleza carnal y la nueva naturaleza espiritual que
tú me ofreces. Por favor Señor, no permitas que el enemigo me haga caer en sus
trampas. Dame sabiduría y el poder de tu Santo Espíritu, para vencer las
tentaciones. Te ruego me ayudes a someter mi voluntad a tu voluntad, cueste lo
que cueste. Haz en mi vida lo que tú quieras no lo que yo quiera, te lo pido en
el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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