Santiago 1:2-4
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Más tenga la paciencia
su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa
alguna”.
De acuerdo a la Palabra
de Dios, la vida de todo cristiano se debe caracterizar por la paciencia,
porque es importante para desarrollar el carácter maduro y estable que el Señor
desea que se produzca en Su pueblo. “El amor es sufrido, es benigno…no se
irrita” (1 Corintios 13:4-5).
La paciencia es la capacidad de absorber problemas y tensiones sin
quejarse, y no verse afectado por los obstáculos, los retrasos y los fracasos.
Dios permite que tengamos dificultades, inconvenientes e incluso
sufrimientos, con un fin específico: nos ayudan a desarrollar la actitud
apropiada para que crezca nuestra paciencia. Cuando el cristiano ve que esas
pruebas se resuelven en su provecho, permitiéndole alcanzar resultados
convenientes y de refuerzo para su carácter, se prepara el escenario para el
desarrollo de un espíritu paciente.
A continuación, el Espíritu Santo de Dios podrá desarrollar el fruto de la
paciencia en su vida. “Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia…” (Gálatas 5:22).
Sobre la falta de paciencia que caracteriza a nuestra generación, Billy
Graham comentó: “Esta es una época altiva, neurótica y llena de impaciencia.
Nos apresuramos cuando no hay necesidad – sólo por apresurarnos. Esta época
acelerada ha producido más problemas y menos moralidad que las generaciones
anteriores, y nos ha provocado males nerviosos. La impaciencia ha producido una
secuela de hogares destruidos, úlceras, etc., y ha preparado la escena para más
guerras mundiales”.
Un poco de introspección y análisis de la impaciencia por nuestra parte
puede ser conveniente y útil. ¿Qué me hace ser impaciente? ¿Soy inmaduro? ¿Soy
quisquilloso? “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para
los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del
bien y el mal” (Hebreos 5:14).
¿Soy egoísta, legalista o exigente? ¿Soy capaz de dejar margen para las
equivocaciones y las imperfecciones de los demás, recordando que Dios está
actuando también sobre ellos? “…Que seáis pacientes para con todos. Mirad que
ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con
otros, y para con todos” (1 Tesalonicenses 5:14-15).
¿Me irrito con facilidad “porque alguien se está saliendo con la suya”? “No
te impacientes a causa de los malignos” (Salmo 37:1)
¿Soy envidioso o celoso? “Tened también vosotros paciencia, y afirmad
vuestros corazones. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no
seáis condenados” (Santiago 5:8-9).
¿Soy materialista? ¿Estoy dominado por el espíritu de este mundo? “Si,
pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba…” (Colosenses
3:1) ¿He superado realmente la “mentalidad secular”? “…pues he aprendido a
contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4:11)
¿Estoy siendo insensible a los esfuerzos de Dios para ocuparse de mí,
permitiendo que sufra circunstancias adversas, irritaciones y tensiones, con el
fin de que, por medio de Su gracia, aprenda a trascender el yo y a crecer en
amor y estatura espiritual?
“Gracia y Paz”
Edición: Carlos Martínez M.
Vida Mujer
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