1 Corintios 11:23-29
“Porque yo recibí del Señor lo
que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado,
tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi
cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó
también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.
Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la
muerte del Señor anunciáis hasta que él venga. De manera que cualquiera que
comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del
cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y
coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente,
sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”.
A oídos del apóstol Pablo habían
llegado noticias de ciertos abusos que se estaban cometiendo al conmemorar la Cena del Señor en la iglesia
de Corinto (1 Corintios 11:17-22). El solemne significado de esta recordación
no se estaba guardando. En el pasaje de hoy, Pablo instruye a los corintios en
la manera correcta de llevar a cabo esta ordenanza que fue instituida por Jesús
mismo, justo antes de su muerte. Pablo les recuerda que de la misma manera que
él recibió del Señor esta enseñanza, se las transmitió a ellos, por lo que él
esperaba que la llevaran a cabo con la santidad y pureza que este acto
requería.
También Pablo les dijo algo que
todos los cristianos debemos tener en cuenta: “Por tanto, pruébese cada uno a
sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe
indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”.
En preparación para la Cena
del Señor debemos examinarnos a nosotros mismos profundamente, discerniendo
espiritualmente su sacrificio en la cruz, antes de comer del pan que representa
su cuerpo, y tomar el vino que representa su sangre. Y todo pecado, toda
deficiencia en el amor, todo espíritu de amargura, toda falta de perdón debe
confesarse y resolverse antes de proceder a tomar la cena.
Cuentan de una joven que se
estaba preparando con vistas a un importante examen que tomaría dentro de pocos
días. Se trataba del examen final para obtener la licencia de abogada. Con el
fin de prepararse lo mejor posible, esta joven estudió mucho, luego escribió
todas las preguntas que se le ocurrieron y no descansó hasta que las pudo
contestar todas correctamente. Cuando llegó el día del examen, ella resultó
aprobada, porque se había probado a sí misma con anticipación. ¿Cómo nos
probamos nosotros? Podemos empezar analizando dos cosas a la luz de la Palabra de Dios: En primer
lugar, ¿estamos procurando agradar a Dios más que nada en el mundo? En segundo
lugar, ¿estamos expresando y demostrando nuestro amor a Dios y a los demás?
Teniendo esto en consideración, Pablo le da este consejo a su hijo espiritual Timoteo:
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene
de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).
Si queremos ser aprobados en la
prueba espiritual que puede presentarse en cualquier momento, debemos vivir una
vida de comunión con Dios, leyendo su palabra, orando y buscando su rostro
diariamente. En la Biblia
encontramos la respuesta para cada una de las situaciones que habrán de
presentarse en nuestras vidas así como la manera en que Dios espera que
actuemos en cada una de ellas, y por medio de la oración constante llegaremos a
conocer la voluntad de Dios y cuáles son sus planes en la vida de cada uno de
nosotros.
Pide al Señor que te ayude a
probarte a ti mismo, no sólo antes de tomar la Santa Cena sino cada
día de tu vida, como lo hacia el rey David. En el Salmo 139:23-24, David clamó:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y
ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”.
ORACIÓN:
Santo Dios, te ruego me des
discernimiento espiritual para poder mirar dentro de mí y ver aquellas cosas
que no te agradan a ti para poder eliminarlas de mi vida. Examíname tú, por
favor y obra en aquellas áreas que necesitan ser transformadas. Te lo pido en
el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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