Juan 3:1-7
“Había un hombre
de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este
vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como
maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios
con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede
un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre
de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que
no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que
es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”.
Jesús le dice a
Nicodemo que para ver el reino de Dios, "es necesario nacer de nuevo”. Y
aquel que era fariseo, maestro de Israel y principal entre los judíos no
entendió lo que el Señor quiso decirle. Realmente no es fácil entender la frase
“nacer de nuevo”. No se trata de que en nuestras vidas se lleve a cabo un
cambio cuando entramos en una relación con Cristo; es algo mucho más profundo.
Se trata de que nuestra vieja manera de vivir termina y comienza una nueva vida
en el Espíritu que es completamente distinta a la anterior.
Citare la historia
de un hombre nacido en el norte de África. Durante su juventud vivió una vida
lujuriosa e inmoral. Este hombre cuenta que en medio de esa vida de placeres
sexuales y codicia había un constante vacío imposible de llenar. Un día conoció
a Jesús, abrió a él su corazón y su vida cambió totalmente. Después de su
conversión, este hombre renunció a todas sus posesiones, fundó un monasterio y
se retiró por tres años a orar y meditar en la Palabra de Dios, y allí
escribió varios libros y poemas. Este hombre dedicó el resto de su nueva vida a
servir al Señor.
Harold Hughes
fue un conocido político norteamericano, quien después de prestar servicio como
gobernador del estado de Iowa fue elegido al Senado de los Estados Unidos. En
su autobiografía, Hughes confiesa tristemente que en sus años de juventud fue
“borracho, mentiroso y tramposo”. Después de tocar fondo, en medio de su
vergüenza y desesperación, decidió cometer suicidio. Sin embargo, justo antes
de apretar el gatillo de su pistola sucedió algo milagroso. Así lo describió
Hughes: “Igual que un niño herido perdido en la tormenta, de repente había
caído en los calurosos brazos de mi Padre” Y al experimentar la gracia
perdonadora de Dios prometió: “Señor, haré lo que me pidas”. Ese fue el
comienzo de una nueva vida para Harold Hughes, una vida que sí valía la pena
vivir.
Saulo de Tarso
tuvo una experiencia similar cuando se dirigía a la ciudad de Damasco en
gestiones para continuar su persecución de los cristianos. Allí en el camino se
le apareció Jesús, y le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos
9:4). Entonces Saulo cayó rendido de rodillas, y “temblando y temeroso, dijo:
Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Desde ese instante la vieja vida de Saulo de
Tarso dejó de existir, y en su lugar surgió la nueva vida de quien más tarde
llegaría a hacer el gran apóstol Pablo, el cual escribió: “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Pablo también
dijo en su carta a los Gálatas: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya
no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en
la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas
2:20). Este es el nuevo nacimiento del cual le habló Jesús a Nicodemo: morir a
la vida pecaminosa de nuestra naturaleza carnal y comenzar a vivir la vida
abundante que Jesucristo vino a ofrecernos. Cualquier persona, por muy
derrotada y quebrantada que esté, puede experimentar este nuevo nacimiento
creyendo sinceramente en Jesucristo y abriendo a él su corazón en fe. Si no lo
has hecho, y deseas comenzar una vida que valga la pena vivir, abre tu corazón
a Jesús ahora mismo e invítalo a entrar.
ORACIÓN:
Querido Padre
celestial, gracias por el milagro del nuevo nacimiento a través de la muerte y
resurrección de tu Hijo Jesús. Ayúdame a morir a mi vida de pecado y comenzar a
vivir esa vida abundante que tu amado Hijo vino a traernos. En su santo nombre,
Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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